La decisión de excavar en el lugar de esta antigua escuela, situada en el barrio tokiota de Shinjuku, se produjo después de que, en 1989, se hallaran restos humanos en esa zona durante unas tareas de construcción, explicó a Efe un portavoz del ministerio japonés de Salud.
Aquellos restos fueron vinculados por algunos grupos civiles a las prácticas atribuidas durante la II Guerra Mundial a la japonesa Unidad 731, que habría realizado experimentos en humanos para desarrollar armas biológicas y bacteriológicas.
Algunos historiadores señalan que esta unidad investigó durante años en China sobre el efecto de ciertos gérmenes en miles de personas, a las que habrían inoculado con bacilos de peste bubónica, ántrax, cólera o tifus, entre otros.
La escuela militar de medicina de Tokio fue relacionada con la Unidad 731 después de que en 2006 una ex enfermera, Toyo Ishii, asegurase que a ella y a varias colegas les ordenaron enterrar una gran cantidad de restos humanos en ese lugar en 1945, antes de que las tropas de EEUU entrasen en la ciudad.
En 2002 un tribunal de Tokio admitió por primera vez que el Ejército Imperial japonés usó armas bacteriológicas en China durante de la Segunda Guerra Mundial, aunque desestimó la demanda de un grupo de ciudadanos chinos que pedían indemnización y una disculpa oficial.
Según los historiadores, la Unidad 731 se dispersó y destruyó las instalaciones de China, en las que habría experimentado en prisioneros, al final de la II Guerra Mundial.
Aquellos restos fueron vinculados por algunos grupos civiles a las prácticas atribuidas durante la II Guerra Mundial a la japonesa Unidad 731, que habría realizado experimentos en humanos para desarrollar armas biológicas y bacteriológicas.
Algunos historiadores señalan que esta unidad investigó durante años en China sobre el efecto de ciertos gérmenes en miles de personas, a las que habrían inoculado con bacilos de peste bubónica, ántrax, cólera o tifus, entre otros.
La escuela militar de medicina de Tokio fue relacionada con la Unidad 731 después de que en 2006 una ex enfermera, Toyo Ishii, asegurase que a ella y a varias colegas les ordenaron enterrar una gran cantidad de restos humanos en ese lugar en 1945, antes de que las tropas de EEUU entrasen en la ciudad.
En 2002 un tribunal de Tokio admitió por primera vez que el Ejército Imperial japonés usó armas bacteriológicas en China durante de la Segunda Guerra Mundial, aunque desestimó la demanda de un grupo de ciudadanos chinos que pedían indemnización y una disculpa oficial.
Según los historiadores, la Unidad 731 se dispersó y destruyó las instalaciones de China, en las que habría experimentado en prisioneros, al final de la II Guerra Mundial.