Se trata de la segunda vez que se ven las caras el nepalí Chandra Bahadur Dangui y la india Jyoti Amgue, cuya nueva cita ha sido grabada en un reportaje que se proyectará en el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano del próximo diciembre en La Habana.
Aunque ambos celebraron volver a verse tras el encuentro que mantuvieron a mediados de año en Italia -para participar en un programa de televisión-, Dangui y Amgue lamentaron no haber podido comunicarse como hubieran querido, por cuestiones idiomáticas.
“No hemos podido hablar mucho porque yo no hablo nepalí y él no habla hindi”, explicó Jyoti, de 19 años y 62,8 centímetros de altura, y que se desplazó a Katmandú con sus padres, que explicaron que su hija dejó de crecer cuando apenas tenía 36 meses de edad.
“Fuimos a los médicos y nos dijeron que en su cuerpo no había suficientes hormonas de crecimiento, sin que supieran exactamente el motivo”, declaró su madre Ranjana, que no dejó pasar la ocasión para proclamar que “estamos muy orgullosos de nuestra hija”.
“Mis amigas son más jóvenes pero más altas que yo”, apuntó Jyoti, que dice, no obstante, que su estatura no le ha causado “ningún problema”, porque le ha permitido “alcanzar la fama”, y que confiesa que su sueño es convertirse algún día en una estrella de Bollywood.
El caso de Dangui es diferente, ya que con 72 años y 54,6 centímetros de altura, la corporación Guinness le acaba declarar no solo el hombre más pequeño vivo en el Globo, también el más pequeño que ha existido desde que hay registros al respecto.
“Estoy muy contento con el título”, afirmó Dangui, que reside en un remoto poblado situado a 350 al sudoeste de Katmandú y que se desplazó en avión con un sobrino a la capital nepalí.
En declaraciones a Efe, Dangui explica que hasta que viajara a Katmandú en febrero por primera vez en avión solo había salido de su poblado en una ocasión, hace varios años y para exhibirse en una feria en que la gente pagaba por verle.
“Ahora me dispongo a recorrer el mundo”, sostiene, aunque añade que “no creo que haya nada que me vaya a sorprender demasiado”. Si Jyoti no ha tenido grandes problemas de su salud -sus padres mantienen que “es muy fuerte por dentro”-, Dangui tampoco.
“Nunca he tomado ninguna medicina ni he ido al médico”, dice. “Solo he estado enfermo de algún resfriado, y nunca me ha durado más de dos o tres días”, agrega. Dangui atribuye ese buen estado de salud a su dieta, de la que exentos todo tipo de excitantes, como el té y el café, y que está compuesta mayormente por leche de vaca y chapati, pan de trigo muy común en el subcontinente indio.
Como Jyoti, Dangui no se queja de su suerte. Pese a que su escasa corpulencia le impide ayudar como quisiera a su familia, Dangui se ocupa de vigilar el ganado en su poblado, en el distrito de Dang y donde recibe el cariño de la gente.
“Todo el mundo siempre ha sido muy amable conmigo”, anota, antes de admitir que lo único que realmente lamenta es que por su talla, que los expertos atribuyen a un tipo de enanismo desconocido, “no he encontrado nunca una mujer con la que casarme”.