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Otrora seguro llevaba en su paso, frescura y belleza natural, bañando las piedras que encontraba en su curso, invitando a las elegantes garzas a bajar sus alas sobre sus cristalinas aguas, llenas de pececitos y ranas...
Hoy, así luce el arroyo San Antonio, que pasa al costado de una curtiembre en la Ciudad de San Antonio, barrio Las Garzas. Triste y solitario, silencioso, sin peces, sin ranas, sin visitas más que de la profunda polución que nos invade...
Vaya contradicción: ni una sola ave se aventuraría a introducir su pico en este cauce con los olores nauseabundos y tóxicos que despiden los desechos depositados en este arroyo que desemboca en el Río Paraguay.
¡Qué doloroso! ¡Qué pena!.