Si se confirma, aportaría fuerza a la teoría según la cual los cometas desempeñaron un papel importante en la aparición de la vida sobre la Tierra. Las comunidad científica piensa que no solo aportaron agua sino que también sembraron los océanos con moléculas orgánicas complejas.
Los cometas son pequeños cuerpos del sistema solar constituidos por un núcleo integrado por hielo, materia orgánica y rocas, todo rodeado por polvo y gas.
Desde agosto, el cometa 67P/Churymov-Gerasimenko está escoltado por la sonda europea Rosetta en su camino al Sol, actualmente a una velocidad de 32,9 kilómetros por segundo.
Los datos recopilados por la misión Rosetta han puesto en evidencia una superficie negra, rica en materiales orgánicos complejos, que cubre el hielo. Las imágenes muestran grandes ’mares’ así como lagos de cráteres que podrían estar constituidos por agua congelada cubierta por desechos orgánicos, y grandes bloques.
Todos estos elementos son “compatibles” con la presencia de organismos vivos microscópicos, señalaron Max Willis, de la universidad de Cardiff y Chandra Wickramasinghe, director del Centro de Astrobiología de Buckingham, durante una reunión de la Royal Astronomical Society en Llandudno, en Gales.
“Rosetta ya mostró que un cometa no debe ser considerado como un cuerpo muy frío e inactivo, sino que en ellos tienen lugar fenómenos geológicos y puede que resulten ser más acogedores para los microorganismos que el Ártico o la Antártida”, afirma Max Willis en un comunicado.
La detección por el robot Philae de moléculas orgánicas complejas en abundancia sobre la superficie del cometa contribuye a aportar una “prueba” de la presencia de vida, según los investigadores.
“Los microorganismos se desarrollarían bajo la superficie, dando lugar a la formación de bolsas de gas a alta presión que quebrarían el hielo liberando partículas orgánicas”, explica a la AFP Chandra Wickramasinghe.
Según el modelo presentado por los dos científicos, esos microbios podrían alojarse en las fisuras de hielo y de nieve. Posiblemente contengan sales anticongelación, lo que les permitiría adaptarse al frío y seguir activos a temperaturas de 40 grados Celsius bajo cero.
En septiembre pasado, las zonas del cometa expuestas a la luz solar se acercaban ya a esa temperatura cuando estaba a unos 500 millones de kilómetros del Sol, y comenzaba a emitir una estela de gases, destacan.
Desde entonces, el cometa se acercó mucho al astro rey y el 13 de agosto llegará a su perihelio —el punto de su órbita más cercano al Sol—, a unos 186 millones de kilómetros. A medida que el cometa se acerca al Sol, la temperatura aumenta, las estelas de gas y polvo se intensifican y los microorganismos deberían incrementar su actividad, estiman los investigadores.
Si todo sale bien, Rosetta y Philae estarán en primera fila para observar ese fenómeno.
El objetivo de la misión Rosetta organizada por la Agencia Espacial Europea (ESA), es de comprender mejor la evolución del sistema solar desde el momento de su nacimiento, con los cometas considerados como vestigios de la materia primitiva.
Lanzada en marzo de 2004, Rosetta viajó durante diez años acompañada por Philae hasta reunirse con el cometa 67P. El 12 de noviembre el robot aterrizó en el cometa, en una primicia histórica. El robot laboratorio trabajó 60 horas antes de ’dormirse’ ante la insuficiente iluminación de sus paneles solares. Se despertó en junio, gracias al aumento de la temperatura y de la luz solar.