Una cucaracha robot, el último grito en biotecnología

MOSCÚ. Una cucaracha robot, que se mueve igual que el insecto más odiado del mundo y está destinado a hallar vida humana entre los escombros tras un terremoto, es el último grito en biotecnología ideado por un grupo de científicos rusos.

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“Su utilidad depende de la fantasía del consumidor. Eso sí, la cucaracha robot no ha sido ideada con fines militares”, aseguró Maxim Pátrushev, director del Instituto de Química Biológica de la Universidad Immanuel Kant de Kaliningrado, jefe del proyecto.

El más difícil todavía era lograr que el robot electrónico se pareciera lo más posible en apariencia, tamaño y en comportamiento a su prototipo animal, algo que otros habían intentado antes, sin éxito, y a fe que los rusos lo han logrado.

“Se mueve como un insecto, casi igual de rápido, y es capaz de darse la vuelta. En cuanto al aspecto, hemos logrado que a cinco metros de distancia una persona no distinga el insecto del robot”, asegura. Para ello, dedicaron dos meses a estudiar a la cucaracha más grande del mundo, que vive en Madagascar, la tierra de los lemures, y que es conocida como “Cabeza Muerta”.

“En Europa las cucarachas son pequeñas, por eso buscamos otra más grande. La de Madagascar es la más grande del mundo y llega a medir hasta 10 centímetros”, explicó el científico ruso. Grabaron en cámara súper lenta los movimientos de la cucaracha malgache para replicar sus movimientos, hasta en lo que se refiere a la antena delantera que incorporaron al robot para identificar y esquivar obstáculos.

“La mayor dificultad fue construir un robot lo más pequeño posible. Fue un desafío para nuestros ingenieros. Tenemos piezas de 5 micras (una milésima parte de un metro), que nadie había fabricado antes en el mundo”, señaló. La cucaracha electrónica mide menos de diez centímetros, tiene capacidad para transportar cargas de hasta 10 gramos y, al igual que un smartphone, está equipado con un giroscopio, magnetómetro y acelerómetro.

El resultado de siete meses de trabajo es un robot que funciona con un acumulador que le otorga una autonomía de movimientos de 20 minutos, pero que en un futuro podrá desplazarse ininterrumpidamente sin necesidad de recargarse hasta durante tres horas. Tiene caparazón como su prima hermana, seis patas que se mueven a una endiablada velocidad y está equipado también con un sensor sensible a la luz.

“Aun tiene varias marchas, en estos momentos tiene una velocidad de 30 centímetros por segundo. Es tres veces más lento que la cucaracha de Madagascar, pero es que se trata del insecto más rápido que anda sobre la Tierra”, precisó Pátrushev. En breve, el robot será sometido a pruebas sobre el terreno, es decir, entre escombros similares a los que se forman cuando un terremoto sacude una zona poblada.

“Su misión será encontrar algo (vida humana), enviar una señal y tomar imágenes. Le instalaremos un GPS para que sea capaz de orientarse en cualquier lugar, por recóndito que sea”, apunta la fuente. En principio, su tamaño le convierte en ideal para labores de espionaje o inteligencia, aunque el científico ruso insiste en que, “en ningún momento el objetivo fue crear un equipo con fines militares”. Aunque reconoce que “cualquier mecanismo tecnológico puede usarse con fines civiles o militares”.

“Ya tenemos a varios interesados y estamos en plenas negociaciones. Hay que quien quiere utilizarlo como un juguete, otros quieren ponerle vídeo y micrófono, y otros simplemente quieren que les ayude a encontrar cosas. No hay límites a su utilidad”, señaló.

La cucaracha robot es fruto de una ardua labor multidisciplinar en la que participaron, entre otros, biólogos, físicos, ingenieros y programadores informáticos, todos rusos. Estos científicos rusos dieron rienda suelta a su imaginación a la hora de crear este mecanismo experimental a propuesta del ministro de Educación ruso, Dmitri Libánov.

“Nos dijo que había que idear un mecanismo de alta tecnología que pudiera ser entendido por todos. Por ejemplo, un insecto. No sé por qué fuimos los elegidos. Tenemos muy buenos programas de química, ingeniería genética y biológica y neurobiología”, apunta.

Según Pátrushev, el Gobierno ruso está invirtiendo “mucho dinero” en el desarrollo de proyectos científicos, proceso irreversible de no mediar “cataclismos económicos” y que permitirá compensar las grandes pérdidas sufridas tras las caída de la URSS, lo que provocó una fuga de cerebros a Occidente. Por ello, invita a estudiantes occidentales a estudiar en su universidad, que se encuentra en la capital del enclave báltico de Kaliningrado, encajado entre Polonia y Lituania.

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