Este tipo de personas tenían cerca del 40% de menos riesgos de desarrollar esta enfermedad degenerativa incurable, que aquellos cuyos niveles de ácido úrico eran más bajos, determinaron los investigadores que analizaron tres estudios, que implicaron a más de 90.000 participantes.
Los trabajos aparecen en la versión en línea de la revista médica Neurology, de la Academia estadounidense de neurología.
“Estos resultados sugieren que el urato (o ácido úrico) podría proteger contra la enfermedad de Parkinson o enlentecer su progresión en los primeros estadios”, explicó Xiang Gao, de la universidad estatal de Pennsylvania y uno de los autores.
“Estos estudios merecen una mayor investigación para determinar si, al elevar el nivel de ácido úrico en las personas al inicio de la enfermedad de Parkinson, sería posible frenar su progresión”, añadió.
Este investigador consideró la hipótesis potencialmente prometedora dado que podemos fácilmente aumentar el nivel de este ácido en la sangre y a bajo costo.
Pero es necesario ser prudente porque las tasas excesivas de urato pueden provocar la formación de cálculos renales y la gota, subrayó.
Un total de 388 personas que han desarrollado Parkinson después del inicio de estos tres estudios, fueron comparados con otros 1.267 participantes que permanecieron con buena salud.
Los hombres que tenían niveles bajos de urato, registraban menos de 4,9 miligramos (mg) por decilitro (dl) de sangre, mientras los que tenían tasas más elevadas tenían una relación de 6,3 a 9 mg/dl, precisaron los expertos. Los niveles normales son entre 3,5 y 7,2 mg/dl.
Los investigadores no han constatado una relación similar en las mujeres, que son generalmente menos afectadas por esta enfermedad.
Según la Fundación de la Enfermedad de Parkinson, hasta un millón de estadounidenses padecen esta enfermedad y cerca de 60.000 personas son diagnosticadas anualmente, pero miles de casos se quedan sin diagnosticar.
De 7 a 10 millones de personas en el mundo padecen Parkinson, que se manifiesta a menudo entre los 50 y 70 años y causa la muerte de las células cerebrales que producen dopamina.