Siempre que las condiciones atmosféricas acompañen, los interesados podrán ver cómo la luna se tiñe de color rojizo sin necesidad de usar gafas especiales, como en el caso de los eclipses solares. Los eclipses lunares ocurren cuando la Tierra se encuentra entre el sol y su satélite, lo que -a diferencia de los solares- es visible desde cualquier lugar del mundo, una vez la luna esté sobre el horizonte en el momento del fenómeno.
Durante la totalidad, la luna entera se encuentra dentro del cono de sombra aunque no desaparece de vista, sino que adquiere una tonalidad cobriza, razón por la que algunos medios y en la redes sociales la bauticen como “luna de sangre”.
Esto ocurre porque la luna refleja la luz roja del sol refractada por la atmósfera terrestre, que solo filtra los componentes azules. El eclipse coincidirá con una superluna, que es cuando el satélite terrestre se encuentra en su perigeo, cómo se denomina a su punto más cercano a la Tierra (apogeo es el más lejano).
El tercer fenómeno simultáneo en gran parte del planeta es que se tratará de la segunda luna llena del mes -lo que en inglés llaman la “luna azul”, aunque no tenga nada que ver con este color-, un fenómeno que ocurre de media cada 2,7 años. El eclipse total alcanzará su máximo apogeo alrededor de las 13:29 GMT del miércoles y los mejores lugares para observarlo será en la madrugada del oeste de Estados Unidos, en la islas del Pacífico y al anochecer en Asia Oriental y Oceanía.
En España, así como en gran parte de Europa occidental, Sudamérica y África, podrá apreciarse muy poco. Según datos de la agencia espacial estadounidense (NASA), en 2018 se producirán dos eclipses totales de luna: el 31 de enero y el 27 de julio.