Esta nueva puesta en marcha del Gran Colisionador de Hadrones (LHC, por sus siglas en inglés), situado en la frontera franco-suiza, que incluye un túnel en forma de anillo de 27 kilómetros, va a permitir llevar a cabo una segunda fase de exploración de ignotos territorios de la física.
El acelerador de partículas, situada a unos 100 metros bajo tierra, había permitido confirmar la existencia del Bosón de Higgs, por el que dos científicos del CERN consiguieron el premio Nobel de Física en 2012. Ese elemento, que ayudó a explicar cómo los objetos tienen masa, es considerado como un componente clave de la estructura fundamental de la materia, conocido como la “partícula de Dios”.
Este domingo a las 10h41, un haz de protones dio la vuelta al anillo de 27 km de diámetro del LHC en un sentido, y luego, a las 12H27, un segundo recorrió el mismo circuito en sentido inverso, indicó el CERN en un comunicado.
“Hoy, el corazón del CERN vuelve a batir al ritmo del LHC”, se felicitó Rolf Heuer, su director general, citado en un comunicado.
En los próximos días, los operadores van a verificar todos los sistemas antes de aumentar la energía de los haces, al entrar el LHC en su segunda campaña de exploración.
Durante los dos años de paro técnico, centenares de ingenieros y técnicos trabajaron para reparar y consolidar el acelerador de partículas para que éste pueda funcionar con una mayor energía, y permitir así a los físicos ampliar su campo de investigación y confirmar, o invalidar, algunas teorías.
Ese aumento de potencia permitirá hacer experimentos dignos de la ciencia ficción.
“El LHC está en gran forma”, comentó Frédérick Bordry, director de aceleradores y de tecnología. “Pero la etapa más importantes está ante nosotros, cuando llevemos la potencia de los haces a niveles récord”, añadió.
Una vez que se haya calibrado el poderoso dispositivo, los haces serán concentrados mediante imanes a bajas temperaturas, permitiendo la colisión de los protones.
Ese proceso permitirá que el LHC funcione con una energía de 13 teraelectronvoltios (TeV) , es decir, 6,5 TeV para cada uno de los haces que circulan en sentido opuesto en el anillo, casi el doble de lo conseguido en su anterior etapa. El resultado son breves y pequeñas pero intensas colisiones, registradas por cuatro laboratorios instalados a lo largo del gran anillo.
Los fragmentos resultantes de las colisiones pueden contener indicios de otras partículas subatómicas, aseguran los científicos.
Algunos especulan sobre la posibilidad de que las experiencias permitan hacer descubrimientos insospechados. Los investigadores explorarán ahora, entre otras cosas, la enigmática materia oscura y el plasma de quarks-gluones.
La materia oscura, invisible, compone la mayor parte del universo, pero sólo se puede detectar por sus efectos gravitacionales, explica el CERN en su página web.