Los hallazgos arrojan luz no sólo sobre cómo los depredadores y sus presas influyen en la composición del suelo, sino sobre cómo el estrés provocado por la sequía y el calor extremo pueden tener efectos duraderos en los cultivos y los ciclos de crecimiento, señalaron los expertos dirigidos por Dror Hawlena, de la Universidad Hebrea de Jerusalén.
Hawlena y sus colegas de la Universidad de Yale, en Estados Unidos, midieron el impacto del estrés en saltamontes asustados por arañas. Para esto colocaron jaulas en zonas de vegetación natural y dejaron que algunos saltamontes quedaran solos, mientras otros fueron puestos en jaulas con arañas.
Los científicos pegaron la boca de las arañas con el fin de asegurarse de que los saltamontes experimentaran puro miedo pero que no fueran matados por los depredadores.
Cuando murieron, los científicos llevaron los restos de los insectos al laboratorio y los pusieron en la tierra.
Al estudiar la composición corporal de los saltamontes que murieron asustados, hallaron que ésta había cambiado con respecto a la de sus pares más tranquilos: la relación entre carbono y nitrógeno era 4% superior para los que murieron asustados.
Esta diferencia, aunque pequeña, hizo que la materia orgánica se descompusiera mucho más lentamente que en las pruebas de comparación con los saltamontes que murieron de manera pacífica.
“Hemos descubierto la manera por la cual los depredadores terrestres regulan los procesos de los ecosistemas a través de un control indirecto sobre la función comunitaria del suelo”, indicaron los expertos en la revista Science de fecha 15 de junio.
Según los investigadores, este cambio no enlentece la descomposición de los saltamontes, pero sí perturba la funcionalidad del suelo, desacelerando la posterior descomposición de la materia orgánica.