“Los satélites están bajo control seguro, a pesar de haber sido colocados el pasado 22 de agosto en una órbita elíptica y más baja que la órbita circular esperada”, indicó la ESA en un comunicado en el que dio cuenta del despliegue del segundo aparato.
Los satélites, los primeros operativos de la constelación de 30 iguales que nutrirán el sistema de navegación Galileo, la apuesta europea para competir con el GPS estadounidense, partieron el pasado viernes desde el Centro Espacial Europeo de Kurú, en la Guayana francesa, a bordo de una nave rusa Soyuz.
El viaje de los dos aparatos se truncó en la fase de inyección de la lanzadera Soyuz a la que iban asociados, un dispositivo llamado Fregat.
Los dos satélites, Doresa y Milena (que cuestan un centenar de millones de euros cada uno, sin contar el precio de enviarlos al espacio), se encuentran en una órbita elíptica a unos 17.000 kilómetros de altura de la Tierra, en lugar de la que les correspondía, una circular a 23.000 kilómetros.
Un portavoz de esa agencia explicó a Efe que la ESA no se plantea todavía cuestionar la viabilidad del cohete ruso Soyuz para transportar futuros satélites del programa Galileo y asignar todos a la nave europea Ariane, que ya tiene programado varios lanzamientos en el marco de ese sistema de navegación.
“Decir que no es adecuada una nave que tiene más de 1.800 lanzamientos exitosos no me parece posible. Tiene un récord que nadie tiene”, explicó Dominique Detain, quien reclamó “varias semanas” de paciencia antes de sacar conclusiones.
“La cuestión se planteará, pero todavía no”, añadió el portavoz, quien subrayó que los fracasos en los lanzamientos “forman parte de la vida del espacio”. Por ahora, los satélites desarrollan “casi las operaciones clásicas” de puesta a punto tras un lanzamiento, a pesar de que se encuentren a 6.000 kilómetros de su destino, agregó.
Doresa y Milena pesan algo más de 700 kilos cada uno y tienen unos motores y depósitos de carburante de pequeña capacidad que podrían servir para modificar ligeramente su precisión, y los expertos evalúan cómo dar el mejor uso a ese combustible.
Mientras tanto, dos comisiones de investigación, una europea y una rusa, intentan determinar qué salió mal en el lanzamiento. El próximo 8 de septiembre se espera que la ESA explique por qué los satélites no alcanzaron la órbita a la que estaban destinados, además de detallar si el programa sufrirá posibles nuevos retrasos o reajustes.