La investigación, cuyos hallazgos fueron hoy difundidos por la publicación Annals of Botany, recuerda cómo la anestesia se empleó por primera vez en el siglo XIX, cuando se descubrió que inhalar gas de éter evitaba que los pacientes sufrieran durante las intervenciones quirúrgicas.
Desde entonces, se han hallado muchas otras sustancias químicas que provocan efectos anestésicos aunque todavía queda mucho por descubrir sobre ellas.
El citado estudio indica que pese a que durante un periodo de 150 años se han utilizado muchos tipos de anestesias, se sabe poco sobre cómo esos componentes distintos, que no cuentan con similitudes estructurales, inducen a la pérdida de la consciencia.
La anestesia también funciona en las plantas, según el equipo de investigadores, que encontró que cuando las expusieron a estas sustancias, varias de ellas perdieron sus movimientos autónomos.
Por ejemplo, durante sus ensayos observaron cómo la planta denominada Dionaea Atrapamoscas dejaba de generar señales eléctricas y sus trampas continuaban abiertas al tacto.
Además, en el caso de los zarcillos de guisantes, éstos abandonaron sus movimientos autónomos y quedaron inmovilizados adoptando una forma curvada.
La investigación sugiere que la acción de la anestesia sobre los niveles celulares y orgánicos de los animales es similar a la de las plantas, por lo que pueden servir como sistema de test alternativo para llevar a cabo estudios sobre esta materia.