La investigación está liderada por el Instituto de Ciencias del Cosmos de la Universidad de Barcelona (ICCUB-IEEC) y el Observatorio de Besançon (Francia).
El trabajo, que publica la revista Astronomy & Astrophisics y que ha usado los datos del satélite Gaia, combinados con modelos existentes de la galaxia, lo que ha permitido averiguar el ritmo al que se han ido formando las estrellas del disco de la Vía Láctea.
Los resultados se desprenden de combinar las distancias, los colores y las magnitudes de estrellas medidas por Gaia con los modelos que predicen su distribución en la Vía Láctea.
Según ha explicado el investigador del ICCUB Roger Mor, primer firmante del artículo, “del mismo modo que la llama del hornillo se va apagando cuando se acaba el gas de la bombona, el ritmo de formación estelar en el disco de la Vía Láctea, alimentado por el gas que inicialmente se depositó, debería ir disminuyendo de manera suave y continuada hasta agotar todo el gas existente”.
Los resultados de este trabajo indican que, si bien este fue el proceso que tuvo lugar durante los primeros 4.000 millones de años de formación del disco, un fuerte ‘baby boom estelar’ invirtió esta tendencia.
Según Mor, la fusión con una galaxia satélite de la Vía Láctea, rica en gas, habría podido suministrar nuevo combustible y reactivar el proceso de formación estelar, de manera similar a cuando se cambia la bombona de gas del hornillo.
Este mecanismo explicaría la distribución de distancias, edades y masas que se deducen de los datos proporcionados por el satélite Gaia.
“La escala de tiempo de este fuerte brote de formación estelar, junto con la enorme cantidad de masa estelar involucrada en el proceso (miles de millones de masas solares), nos lleva a proponer que el disco de nuestra galaxia no ha tenido una evolución tranquila y pausada, sino que sufrió una perturbación externa importante que comenzó hace unos 5.000 millones de años”, ha detallado Mor.
“Este descubrimiento ha sido posible gracias a disponer, por primera vez, de distancias precisas para más de tres millones de estrellas del entorno solar, y ello nos ha permitido averiguar los mecanismos de la evolución desde hace más de 10.000 millones de años del disco de nuestra galaxia, que es la banda luminosa que vemos en el cielo en una noche oscura y sin contaminación lumínica”, ha aclarado el investigador.