La turbulenta prueba de 80 científicas rumbo a la Antártida

PASAJE DE DRAKE. La calma regresa paulatinamente al barco Ushuaia, donde ochenta líderes científicas de todo el mundo enfrentaron la primera gran prueba de su travesía hacia la Antártida.

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Son las aguas del pasaje de Drake, consideradas por los navegantes como las más tormentosas del planeta. En el día 2 de la expedición, tras zarpar del puerto de la ciudad argentina de Ushuaia, transcurrieron cerca de seis horas antes de comenzar a sentir las olas del Drake o mar de Hoces, que según la tripulación, en su mayoría argentinos y chilenos, pueden alcanzar hasta diez metros, con vientos de más de 150 kilómetros por hora.

Para la mayoría de las integrantes de la expedición del programa australiano Homeward Bound, mujeres de la ciencia, la tecnología, la ingeniería, las matemáticas y la medicina que buscan aumentar su visibilidad en el mundo, las olas de 4 metros que sacuden este barco son algo muy lejano de su tarea académica.

Algunas de ellas, como las oceanógrafas y biólogas marinas, han navegado en otras ocasiones, pero la turbulencia de estas aguas del pasaje, que toma su nombre del corsario inglés Francis Drake, les era desconocida.

“Esta fue una experiencia terrible. Porque nunca había visto tal movimiento, fue una terrible, terrible experiencia”, dijo a Efe la astrónoma paquistaní Tayyaba Zafar, una de las pasajeras que tuvo que ser atendida con inyección en la enfermería del barco.

A medida que se avanza por el pasaje, aumentan los vientos, pasando de olas de 2,5 a las de 4 metros, lo que sacude el barco de un lado al otro, cerrando bruscamente las puertas y provocando la caída de equipajes en las cabinas.

La recomendación primaria de la tripulación: permanecer acostadas. “Aunque lo más común es el mareo, también hay traumatismos, caídas, cuando el barco rola, no se agarran, se caen por las escaleras y, sobre todo, los traumatismos en los dedos con las puertas, que incluso ha llevado a amputaciones”, explica a Efe la venezolana Carla Duque, encargada de la atención médica en el Ushuaia.

Pese a la dificultad, el pasaje, localizado entre los 56 y los 60 grados latitud sur y a mar abierto -lo que hace que el viento corra a sus anchas-, es un recorrido obligado para llegar a las islas Shetland del Sur, en la Antártida.

Para la doctora Sophie Adams, el paso del Drake y la travesía en general se enmarca en el objetivo de fortalecer el liderazgo, el trabajo en equipo y la resiliencia de las mujeres, así como la valentía, que impulsa Homeward Bound.

“Uno de los puntos de venir a la Antártida es probar la resiliencia”, explica Adams, directora clínica de Orygen, Centro Nacional para la Salud Mental de los Jóvenes, en Melbourne (Australia).

El Drake es una prueba para las capacidades humanas, “un viaje que al desafiar física, mental y emocionalmente es una parte natural de lo que trabaja Homeward Bound y para nosotras cuando tenemos que tomar decisiones en la vida”, añade.

En eso coincide ahora Zafar: “Busque en mí la sensación de seguridad, de ser visible y apoyarme en la gente. Al superar esta experiencia tengo la sensación de seguridad en mí misma, de creer en mí”. Ya en la noche del tercer día, el mar comienza a apaciguarse y las expedicionarias, algunas todavía con malestar por las náuseas, salen de sus cabinas con un mejor ánimo.

“Fue una experiencia interesante, en la primera mañana nos sentíamos terrible y tuve que pasar todo el día durmiendo. Te dan nervios, te da de todo. Había mucho silencio en las áreas comunes. Pero cuando todo pasó y empezamos a ver tierra cambiaron los semblantes”, afirmó a Efe la geoquímica venezolana Inés Meléndez, quien tiene cinco meses de embarazo.

En la mañana del cuarto día de la expedición se divisan ya las islas de las Shetland del Sur, donde el barco arriba a la bahía Maxwell -Guardia Nacional para los argentinos-, en el inicio de una jornada en la que las viajeras tocarán por primera vez la tierra de la Antártida.

La expedición Homeward Bound partió el 31 de diciembre desde Ushuaia, considerada la ciudad más austral del planeta, y entre más de una decena de paradas previstas están la base argentina Carlini, la isla Paulet, que acoge una colonia de cría de miles de pingüinos de Adelia, y la base estadounidense Palmer.

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