Las dos grandes aplicaciones de la tecnología nuclear al arte y a la arqueología son el análisis de los objetos para recabar información sobre su antigüedad, composición, origen geográfico, como también para diagnosticar problemas, y la irradiación para limpiar y desinfectar objetos dañados.
“La ventaja de estas técnicas es que se pueden aplicar en una amplia variedad de materiales, el análisis se puede hacer de forma totalmente no destructiva, o con una invasión mínima de la muestra”, explica Román Padilla Álvarez, físico del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), con sede en Viena.
Padilla es especialista en diversas técnicas, entre ellas, el uso de la fluorescencia de rayos X (XRF, en sus siglas inglesas) para el análisis de la composición química de los objetos.
En esta tecnología, una de las varias que pueden aplicarse al patrimonio artístico, se ‘bombardea’ una muestra con rayos X para desestabilizar la estructura de los electrones y causar una emisión de radiación, que es diferente en cada elemento químico.
El análisis de esa radiación permite establecer qué elementos químicos existen en la muestra.
La fluorescencia de rayos X puede servir, por ejemplo, para identificar los pigmentos usados en una pintura de Da Vinci.
Así se puede establecer, por ejemplo, que además del lapislázuli que usaba el maestro para el azul, hay otros colores hechos con cobalto, que no se emplearon hasta tiempo después, confirmando así que la obra fue retocada posteriormente.
Padilla relata cómo él mismo empleó la XRF para ayudar al Museo de Historia del Arte de Viena a detectar en dagas ‘kris’ de Indonesia trazas de mineral de un meteorito, ricos en níquel y cobalto, que cayó en la zona en el siglo XVIII.
El experto cubano relata que otra de las ventajas del método es la facilidad de transportar el equipo necesario, ya que puede aplicarse con un pequeño aparato en forma de pistola.
Esto es especialmente conveniente en el caso de obras cuyo traslado es imposible, como frescos o esculturas voluminosas, o cuando presentan problemas de seguridad debido a su gran valor.
La otra ‘vía atómica’ para ayudar al arte son las radiaciones ionizantes para desinfectar y limpiar obras y artefactos históricos infestados por distintos tipos de parásitos.
Esta técnica comenzó a aplicarse en los años '70 del siglo pasado y desde su éxito en la desinfección de la momia de Ramses II, en 1977, está ampliamente aceptada en el campo del patrimonio cultural.
Pese al respeto que impone el término radiación, los materiales tratados de esta manera no se vuelven radiactivos ni sufren daños.
En principio, hay dos niveles distintos de dosis, una para insectos, más baja, y otra para moho, explica a Efe Dinara Abbasova, especialista en procesos de radiación del OIEA.
Eso es así porque cuánto más compleja es la estructura del ADN de los parásitos, más fácilmente es dañada por la radiación.
La técnica consiste en transferir energía a los microorganismos residentes en el objeto, que altera su ADN sin afectar a la pieza.
Este método se usó, por ejemplo, en 2010, para neutralizar los gérmenes que estaban afectando a los tejidos blandos de Khoma, un mamut de 50.000 años localizado congelado en el permafrost en Siberia (Rusia).
De hecho, la irradiación puede emplearse incluso en materiales muy frágiles, como fotografías, películas o pergamino.
El OIEA colabora con distintos laboratorios de sus países miembros para ayudar a desarrollar y aplicar estas técnicas, aportando expertos, cursos de formación y reuniones científicas, además de programas de cooperación nacionales y regionales.
Gracias a estos proyectos, por ejemplo, se desinfectó en Rumanía en 2015 un iconostasio de madera del siglo XIX, una estructura estéticamente similar a los retablos, que estaba infestado de insectos.
En Brasil, el OIEA coopera desde hace 15 años con el Instituto de Pesquisas Energéticas e Nucleares de Sao Paulo y ha contribuido a preservar y restaurar hasta 20.000 objetos de patrimonio artístico e histórico.
Asimismo, la técnica de XRF sirvió en Albania el año pasado para determinar qué tipo exacto de pigmentos se usaron en un cuadro representando a San Jorge, y se pudo determinar que fue pintado en el siglo XVIII por los hermanos Cetiri.