La complicada relación entre insecticidas, polinizadores y plantas hace necesaria una revisión de la agricultura actual, según expertos y activistas consultados por el Día Internacional de las Abejas, el primero que se celebra después de que la Asamblea General de la ONU lo declarara en 2017 a iniciativa de Eslovenia.
Se calcula que tres cuartas partes de los cultivos que alimentan el mundo dependen de la polinización de insectos y otros animales para producir semillas y frutos. Ese proceso ha disminuido en muchos lugares a medida que las explotaciones agrícolas ganaban extensión, surgían más pestes y el uso de químicos se ampliaba.
El pasado abril, los países de la Unión Europea (UE) aceptaron restringir más aún desde finales de año el empleo de ciertos pesticidas conocidos como neonicotinoides que, según estudios científicos, son dañinos para las abejas. Para la responsable de Greenpeace en Italia Federica Ferrario, se trata de un “primer paso muy importante, pero no suficiente para proteger los polinizadores en general”.
“Hay otras sustancias utilizadas en la agricultura que continúan siendo un problema para estas poblaciones. Lo que se debe hacer es ayudar a los agricultores a pasar del modelo industrial a prácticas más ecológicas”, sostiene Ferrario. En Italia se ha observado en los últimos años la muerte anómala de abejas, un fenómeno que fue particularmente grave hace una década.
En 2008 entró en vigor una primera prohibición de las semillas de maíz tratadas con cuatro sustancias tóxicas, que incluso en dosis muy pequeñas hacían que las abejas se desorientaran y perdieran capacidad de aprendizaje y memoria olfativa.
Frente a la oposición de la industria química, que minimiza esos efectos, los ecologistas consideran que este tipo de medidas dan un “respiro” a las colonias, si bien se siguen aplicando insecticidas que influyen en su despoblación.
La experta asociada al Centro Agroforestal Mundial Barbara Gemmill-Herren no ve dudas desde el punto de vista científico e insiste en que “la cantidad de pesticidas que se aplican actualmente es mucho menor que antes, pero su nivel de toxicidad hacia abejas y polinizadores es mucho más alto”. Alerta de que la prohibición de pesticidas peligrosos no significa que no se desarrollen otros nuevos, por lo que recomienda “transformar la agricultura hacia enfoques más ecológicos” sin renunciar a los buenos rendimientos.
Trabajar en terrenos más pequeños y con diversos cultivos puede evitar la aparición de pestes fuera de control. Norteamérica y Europa son las regiones donde más difícil resulta para los polinizadores hacer su trabajo, pues necesitan pasar de unas plantas a otras, una diversidad inexistente en las grandes superficies de monocultivos que allí predominan.
Según la especialista, los pequeños productores de países en desarrollo mantienen una agricultura “más amable con las abejas”, aunque reciben presiones para emplear pesticidas -a veces más de lo debido- ante el miedo a perder lo poco que tienen.
La destrucción de los hábitats naturales por causa de los químicos o el cambio climático pone en peligro la polinización. “Deberíamos tratar a las abejas con más respeto. La gente no sabía que la polinización era importante hasta que empezó a perderla”, asegura. De ella depende directamente la producción mundial de alimentos valorados entre 235.000 y 577.000 millones de dólares anuales (de 200.000 a 490.000 millones de euros), de acuerdo a la Plataforma Intergubernamental Científica-normativa sobre Diversidad Biológica y Servicio de los Ecosistemas (IPBES).
Desde la FAO, su director de Producción de Plantas, Hans Dreyer, considera que hay que buscar un equilibrio y “manejar los pesticidas de tal forma que se respete el medioambiente”. Esto quiere decir, por ejemplo, conocer los efectos negativos potenciales que tienen en la agricultura o elegir el momento adecuado del día para usarlos cuando las abejas no estén volando o polinizando.
Además, la FAO da alternativas como la gestión integrada de plagas, empleando insectos o “enemigos naturales” que las atacan, variedades resistentes de plantas o suelos bien conservados.