“Se sabe que en la isla de Vieques habitaban indígenas de distinta procedencia, pero se desconocía si estaban fusionadas en una única cultura, a la que suelen referirse genéricamente como taína, o si eran varias culturas independientes que cohabitaban”, explica la microbióloga Jessica Rivera.
Esta joven investigadora forma parte del equipo científico que se ha dedicado a estudiar y comparar coprolitos (heces fosilizadas) hallados en dos yacimientos muy cercanos entre sí de Vieques, una bella isla situada al este de Puerto Rico.
“Hemos podido comprobar que por una parte estaban los saladoides, una cultura precolombina procedente de Venezuela, y por otra los huecoides, originarios de los Andes bolivianos, pero no se mezclaron entre sí y, de hecho, tenían costumbres muy diferentes”, explica la investigadora puertorriqueña.
A esa deducción han podido llegar estudiando las heces fosilizadas, aunque “antes tuvimos que comprobar que era humanas, porque cabían muchas posibilidades de que fueran de perros”.
“Sabemos que los nativos tenían una relación muy estrecha con los perros, a los que adiestraban e, incluso, existe la teoría de que las mujeres les amamantaban”, relata.
Aunque los arqueólogos tienen constancia de que ambas culturas colonizaron en su día la isla de Vieques, hasta ahora no estaba claro si estaban relacionadas entre sí o compartían un origen común.
“Los saladoides tenían un cerámica preciosa y con muy buena técnica, mientras que los huecoides -que se llaman así porque el yacimiento donde se encontraron los primeros restos de esa cultura es conocido como La Hueca- no la trabajaban tan bien”, explicó Rivera.
Ello llevó a los antropólogos a sospechar que varias culturas habían emigrado a la zona pero en seguida se habían fusionado, para convertirse en “subgrupos de una misma cultura”, explica la investigadora de la Universidad de Puerto Rico. “Lo sorprendente es que -apunta-, aún viviendo a menos de treinta metros de distancia pacíficamente, tenían costumbres muy diferentes, que mantuvieron por separado durante cientos de años”.
Junto a Raúl Cano, de la Universidad Estatal Politécnica de California, y el resto del equipo, investigaron coprolitos de entre 1.000 y 1.600 años de antigüedad para detectar bacterias, hongos y restos alimenticios.
“Descubrimos que los huecoides, por ejemplo, debían comer muchísimo maíz. Para ellos debía ser como para los puertorriqueños de hoy en día el arroz con habichuelas”, comenta Rivera.
El maíz crecía en los Andes y la chicha boliviana, una bebida muy extendida en aquella época, se hacía con ese cereal y con levadura, de la que también se encontraron restos en las heces investigadas del yacimiento de los huecoides en Vieques. En cambio, en los coprolitos de los saladoides no se encontró maíz, lo que, según Rivera, “también nos lleva a deducir que este cereal llegó a Puerto Rico por nativos que migraron desde Bolivia”.
Igualmente, se descubrió que las heces de los saladoides tenían un parásito del pescado, lo que quiere decir que lo comían crudo; mientras que en los huecoides no se encontró.
Entre los nativos procedentes de Venezuela, se encontró un parásito propio de los cangrejos, “algo coherente con la multitud de restos de crustáceos que se han encontrado en su yacimiento”.
“Encontrar diferencias tan abrumadores en las heces nos permite deducir que efectivamente mantenían estilos de vida muy diferentes”, resume Rivera, que presentará los resultados de este estudio el próximo martes, 20 de mayo, en la Conferencia de la Sociedad Americana de Microbiología que tendrá lugar en Boston (EE.UU.).
Por lo general, es difícil encontrar coprolitos bien conservados en el Caribe, porque el calor y las intensas lluvias suelen estropearlos.
“Las diferencias en las heces pueden ser por factores culturales o geográficos. Estando los yacimientos tan cercanos, una diferencia tan sustancial se debe a que se trata de culturas independientes”, concluye.
En su opinión, “la extendida creencia de que cuando llegó Colón todos los indígenas de Puerto Rico eran taínos es mentira. De hecho, la cultura taína no existe como tal. Aquí convivían varias”.
“Hay teorías -asegura- que incluso apuntan a que los españoles les llamaron taínos porque las mujeres indígenas, al ver llegar los barcos, se lanzaron hacia ellos gritando que eran 'taínas', que quería decir 'buenas', y de ahí se quedó ese nombre”.