El hallazgo tuvo lugar en Quebrada Maní, en las proximidades de Iquique, a unos 1860 kilómetros de Santiago y según el diario La Tercera, consta de más de mil artefactos, como puntas de proyectiles, raspadores de piedra, cuchillos, conchas marinas, fogones y huesos de camélidos con marcas de cortes.
Los vestigios, según el paleoecólogo Claudio Latorre, uno de los responsables de la investigación, indican que “eran personas que dominaban el paisaje de forma increíble” y que tenían “intercambio con otros grupos”.
“Podían desplazarse de mar a cordillera”, dijo al diario Latorre, investigador del Instituto de Ecología y Biodiversidad y de la Universidad Católica.
Si bien el desierto de Atacama hace 12.000 años era igual de seco que hoy, la intensidad de las lluvias habrían permitido la existencia de recursos hídricos y por lo tanto, de flora y fauna en lugares como la Quebrada Maní, según los investigadores, pertenecientes a universidades chilenas y estadounidenses y cuyo trabajo se publicó en la revista Quaternary Science Reviews.
El descubrimiento vendría a disipar parte de las dudas sobre la idea de que el poblamiento del continente se produjo desde el norte hacia el sur, según los autores del hallazgo.
Esas dudas surgieron con el asentamiento de Monte Verde, descubierto en 1975 y situado en el sur de Chile, a unos mil kilómetros de Santiago y de una antigüedad calculada en unos 14.420 años, que lo convierten hasta hoy en el más antiguo de América.
El asentamiento de Quebrada Maní, fruto de una investigación que comenzó en 2005 el arqueólogo Calogero Santoro y el paleoecólogo Claudio Latorre, puede ser el primero de una serie de otros hallazgos que podrían descubrirse de la mano de un modelo predictivo desarrollado por el equipo investigador.
Dicho modelo, según explicó Paula Ugalde, arqueóloga del Centro de Investigaciones del Hombre del Desierto (Cihde), y también partícipe de la investigación, aprovecha el conocimiento paleoecológico para incrementar la posibilidad de hallazgo.
Ello, a través del rastreo de la evolución de la presencia de recursos hídricos en lugares que, como el desierto de Atacama, permiten una apropiada conservación de restos arqueológicos.
“El modelo consiste en estudiar lugares donde exista potencial para la vida humana, no se trata de un determinismo ambiental, sino que como el ser humano necesita estos recursos para subsistir, podría elegir estos lugares dentro de todo una gama de posibilidades”, precisó.
Por su parte, Calogero Santoro aseguró que de funcionar como se espera el modelo predictivo debería encontrarse evidencia más antigua que Monte Verde sobre la presencia humana en esta región de América.