“A nivel de energía ya estamos al máximo... a nivel de intensidad prevemos que este año será de preparación, de puesta a punto de todos los sistemas para dedicar 2016 a la producción de billones y billones de colisiones”, explica en una entrevista con Efe el jefe del Departamento de Tecnologías del Centro Europeo de Física de Partículas (CERN), el español José Miguel Jiménez.
Esos billones de colisiones de partículas arrojarán los datos que permitirán a los científicos de esa entidad realizar más descubrimientos en el campo de la física.
El LHC volvió a funcionar a principios del pasado abril, después de dos años de parón para un mantenimiento técnico completo y tras haber sido el instrumento que hizo posible el descubrimiento más importante en el terreno de la física en las últimas décadas: la partícula elemental conocida como “bosón de Higgs”.
Este bosón es una de las piedras angulares del Modelo Estándar de la física, pero su existencia era solo teórica hasta que pudo ser visto en el LHC, con lo que la teoría quedó comprobada.
Jiménez, un destacado científico que tiene a cargo una plantilla de medio millar de científicos y técnicos, y maneja un presupuesto cercano a los cien millones de euros, intenta explicar de la forma más sencilla que puede lo que ahora se intenta hacer.
“Hay muchas preguntas que quedan, pero entre las más importantes están: ¿Tenemos un bosón de Higgs o es una familia y lo que hemos visto es la firma de la familia? ¿Veremos que no hay más que uno, pero que tiene hermanos y hermanas?”.
La otra gran incógnita por resolver se refiere a la materia oscura, de la que casi nada se conoce a pesar de que representa la mayor parte del universo.
“¿De que esta hecha la materia oscura? No tenemos una respuesta a esta pregunta y el LHC podría contribuir a aclararlo”, señala el responsable del desarrollo, mantenimiento y operación de las tecnologías utilizadas en los aceleradores del CERN.
Actualmente, el LHC está acelerando los protones que circulan en su interior a energías nunca alcanzadas y que corresponden a 6,5 teraelectronvoltios (TeV), con lo que al chocar la energía acumulada se eleva a 13 TeV.
“Al chocar (los protones) generan una energía muy densa en un punto y producen partículas secundarias que pueden permitir investigar la formación de la materia”, precisa el científico.
La seguridad del acelerador entra en el ámbito de responsabilidad de Jiménez, cuyos equipos han ido comprobando y validando en los últimos meses cada uno de los circuitos de protección y “entrenando” los imanes de los que está hecho el LHC para que soporten la intensidad de energía a la que son sometidos.
Con respecto a las relaciones institucionales entre el CERN y España, el responsable aseguró que se encuentran a “un nivel que nunca antes habían alcanzado”.
El diálogo y coordinación no solo ha aumentado con las instancias oficiales, sino muy particularmente con las entidades académicas.
“Hemos aumentado mucho las colaboraciones con institutos y universidades de España para desarrollar conjuntamente nuevas tecnologías en el ámbito de la electrónica de potencia, de los imanes superconductores, del vacío y de la criogenia (técnicas para el enfriamiento extremo de materiales)”, detalla Jiménez.
Asimismo, dos institutos españoles - Alba Cells de Barcelona y el Ciemat de Madrid- lideran los estudios de cara al desarrollo de la tecnología necesaria para los futuros aceleradores, en torno a los cuales se empieza ya a trabajar, con veinte años de antelación.
El primero -comenta el físico- lidera los estudios sobre los sistemas de vacío, mientras que el Ciemat está sobre todo implicado en el desarrollo de imanes.
Sobre la comunidad científica española, Jiménez asegura que desde 2008 ha visto llegar “a personas muy bien preparadas y de un nivel tecnológico-científico muy elevado, lo que ha permitido aumentar de forma notable la presencia española”, tanto en su plantilla, como en otros programas del CERN.
Esos programas incluyen los que acogen a científicos asociados a un proyecto, a estudiantes de doctorados y postdoctorados. Gran parte de ellos trabajan alrededor del LHC, que funcionará hasta 2019, cuando volverá a ser apagado por un periodo de dos años para una revisión integral e incorporarle mejoras.
“La próxima parada que tenemos prevista empezaría en 2019 y de hecho estamos preparándola ya, con cuatro años de adelanto”, precisa el científico.