Tras la erupción, el volcán disminuyó su actividad sísmica de forma considerable, lo que llamó la atención de los científicos ante la posibilidad de que ello suponga una nueva acumulación de energía, según indicó Marco Yépez, del Instituto Geofísico (IG) de la Escuela Politécnica Nacional.
No obstante, horas después, la montaña comenzó a generar un tremor o temblor leve de baja intensidad, lo que supondría una liberación paulatina y constante de energía acumulada a través de pequeñas emisiones de vapor de agua, gases y poca cantidad de ceniza.
Yépez remarcó que es difícil predecir cuál será el comportamiento del volcán y se espera que dé alguna señal que permita evaluar su evolución.
Si se mantiene la “despresurización” con las emanaciones de vapor y gases, podría suponer que la energía interna se libera en términos poco peligrosos, aunque si nuevamente vuelve un “silencio sísmico”, podría taparse el conducto, acumular energía y eventualmente generar nuevas explosiones, añadió Yépez.
De su lado, la Secretaría Nacional de Gestión de Riesgos (SNGR) declaró en “alerta naranja”, de precaución, la zona del volcán, ante un posible aumento de su actividad.
La medida de prevención incide en las provincias de Tungurahua y Chimborazo, que tiene al volcán como límite geográfico, donde se han activado los planes de contingencia previstos para este tipo de situaciones.
El Instituto Geofísico señaló que la explosión de esta mañana ocurrió después de que se registraran más de 220 seísmos leves de “largo periodo”, relacionados por el movimiento de fluidos en el interior de la montaña.
Además, señaló que el “cañonazo” que se asoció a la explosión fue escuchado en varias ciudades como Riobamba y Ambato, a unos 30 kilómetros de distancia, así como en la costera Guayaquil, a más de cien; y en sitios cercanos fue percibido como un ligero temblor.
Pedro Espín, del IG, indicó que con la explosión se informó de la presencia de “flujos piroclásticos”, avalanchas de rocas candentes que rodaron por algunas quebradas de los flancos norte y oeste de la montaña.
El pasado 29 de junio, el IG informó de un aumento en la actividad sísmica del Tungurahua y la posibilidad de que se haya formado una especie de “tapón” en la zona del cráter, que impedía la liberación de la energía interna y facilitaba la acumulación de la misma.
Según el IG, aparentemente ese “tapón” cedió a las presiones y la montaña desfogó la energía acumulada de manera violenta, para dar luego paso a una etapa de “desgasificación” cuya evolución se monitoriza a través de la red de sismógrafos instalados en la montaña.
El volcán, de 5.016 metros de altura y situado a unos 80 kilómetros al sur de Quito, comenzó su actual proceso eruptivo en 1999 y desde entonces ha intercalado periodos de fuerte actividad con lapsos de relativa calma.
El Tungurahua integra el más de medio centenar de volcanes con los que cuenta Ecuador y junto al Reventador y Sangay forma parte de los más activos del país.