Evernote, o hacer listas para “ser más felices”

PARÍS. Evernote es la última respuesta a la muy humana pasión por las listas, un bloc de notas virtual que, según revela a Efe su cofundador, Phil Libin, asume un reto exótico en el volátil universo de la web: “Existiremos al menos cien años”.

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Germinada al calor de Sillicon Valley a finales de 2007, la promesa del popular software es tan sencilla como el propio Libin, un tímido vocacional con fobia a la corbata y aspecto de gurú del videojuego. “Evernote es ser más felices, más eficaces”, resume.

Se trata de condensar el mundo del usuario en forma de listado mediante un servicio que, en una suerte de espacio de trabajo capaz de sincronizar múltiples plataformas, almacena infinitamente textos, audio o fotografías en cualquier formato.

Aunque a Libin le gusté asimilar su herramienta a un “segundo cerebro”, Evernote no solo resulta una evolución sofisticada de la lista de la compra. También es una firma emergente que quiere seguir siéndolo durante “al menos 100 años”.

“Uno no debería nunca dejar de ser puntero”, sentencia su consejero delegado.

¿Pero por qué recurrir a la simplicidad de una lista y cómo explicar los 100 millones de usuarios -2,5 de los cuales en España- que concentra Evernote a lo largo del planeta? Libin no vacila un instante cuando asegura que “la auténtica evolución de la tecnología” pasa por crear productos que “garanticen experiencias”.

Así que la herramienta aspira a “hacer el mundo más inteligente, empezando por nosotros mismos”, subraya este rusoestadounidense obstinado en exprimir el tiempo, en “organizar a los ocupados” e incluso a los que nunca sabrán organizarse.

Como el propio Libin. “Mi escritorio es un desastre. En realidad, no soy nada ordenado, soy un despistado y por eso creé todo esto. Sé que no llegaré a organizarme, pero sí quiero ser eficaz”, confiesa.

Y lo cierto es que, por el momento, detrás de ese escritorio se agrupan más de 400 empleados, así como un “colectivo de apasionados” que, desde usuarios, accionistas y cerca de 16.000 empresas en todo el mundo, utiliza Evernote para ir “más rápido”.

Uno de ellos, al parecer, salvó a la compañía. En 2008, en plena tormenta financiera y asfixiado por la falta de liquidez, Libin sopesaba echar el cierre a su fantasía cuando, en plena madrugada, sonó el teléfono de la oficina.

“Estábamos al borde del abismo y entonces un inversor anónimo me llamó desde Suecia porque adoraba nuestra herramienta. Hablamos por Skype y acabó invirtiendo medio millón de dólares”, relata.

El episodio, una epopeya oral entre los becarios de Evernote, no solo sirvió para consolidar la empresa, sino que, lo que es más importante, demostraba una innegable capacidad de sacrificio: Libin cogió la llamada porque estaba en su escritorio a altas horas de la noche.

“No tenemos ningún beneficio indirecto más allá de nuestro producto, nuestro modelo de negocio se basa en la seguridad y privacidad de los datos de los clientes”, concluye el empresario, tras señalar que la segunda lengua más empleada por esos usuarios ya es el español.

El resto se parece mucho a la cronología de un éxito no anunciado que en 2012, cuando la firma se alió con la marca de papelería Moleskine, dejó de ser virtual para tender lazos entre dos universos que, en opinión de Libin, son muchas cosas pero no irreconciliables.

“Hoy la productividad de la gente está ligada a si es o no feliz. Así que si uno se siente mejor con un gran cuaderno, tiene más y mejores ideas”, sentencia tras mostrase convencido de que el papel no es tanto “el enemigo de la tecnología” como un “buen socio”.

Del maridaje surgió, por un lado, un cuaderno inteligente capaz de migrar sus páginas a cualquier dispositivo mediante Evernote, y, por otro, una confirmación: Libin siempre tuvo razón, las listas están en todas partes. 

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