Etiopía mira las estrellas desde el primer observatorio de África del Este

ADÍS ABEBA. En lo alto de Adís Abeba, en medio de un bosque de eucaliptos y de campesinos con carros de madera tirados por bueyes, se alzan dos telescopios ultramodernos. Es el primer observatorio astronómico de África del Este.

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Este observatorio, en la cumbre del monte Entoto y operacional desde hace unos meses, constituye la primera etapa del programa espacial etíope.

Con su entrada en el selecto club de países africanos con ambiciones espaciales, Etiopía intenta dar un salto tecnológico en su desarrollo, dejando atrás las imágenes de la terrible hambruna con las que se asociaba al país hace dos décadas.

“Las ciencias y la tecnología son indispensables para el desarrollo de un país. Nuestra prioridad es incitar a las jóvenes generaciones a implicarse en las vías científicas”, explica Abinet Ezra, de la Sociedad Etíope de las Ciencias del Espacio (ESSS), una asociación creada en 2004 para promover las virtudes de la astronomía.

Durante casi diez años, un puñado de apasionados por esta ciencia, como Solomon Belay, profesor de astrofísica y director del observatorio, defendieron que la conquista del espacio no es un lujo, ni siquiera en uno de los países más pobres del mundo. Meles Zenawi, el dirigente etíope fallecido en 2012, los consideraba soñadores.

“La gente creía que éramos unos locos. El gobierno se centraba en la seguridad alimentaria, no en la creación de un programa espacial. Nosotros pensábamos, por el contrario, que ser pobre no debe ser un obstáculo”, explica Solomon Belay.

“El programa espacial debe servir para garantizar nuestra seguridad alimentaria”, asegura el director del observatorio, citando la importancia de las observaciones por satélite en la agricultura moderna. “Las ciencias y la ingeniería son indispensables para pasar de una agricultura tradicional a una agricultura industrial”, recalca.

Por el momento, este observatorio espacial es ante todo un símbolo y un primer paso para elevar el nivel científico del país.

Los dos telescopios fueron financiados por el empresario etíope-saudí Mohamed Al Amudi, con tres millones de dólares, están pilotados por ordenador y cuentan con un espectrógrafo. El observatorio permitirá formar in situ al puñado de estudiantes de astronomía y astrofísica de la universidad de Adís Abeba. También se abrirá al público.

Pero en investigación el centro es incapaz de rivalizar con los principales observatorios mundiales, como el SALT sudafricano.

Durante la temporada de lluvias está cubierto por nubes y además se encuentra demasiado cerca de las luces de la capital. Por eso se está estudiando la construcción de otro en las montañas de Lalibela (norte) , a más de 4.000 metros de altitud.

Las autoridades están convencidas de que el futuro del país pasa por el lanzamiento de una agencia espacial nacional y prevén colocar en órbita un satélite antes de cinco años, para la observación de las tierras agrícolas y las comunicaciones.

“Utilizamos la tecnología espacial todos los días, para nuestros teléfonos móviles, para las previsiones meteorológicas. Es fundamental. No podemos esperar más, sino nos exponemos a permanecer en la pobreza”, aboga Kelali Adhana, director de la Unión Astronómica para África del Este.

¿Habrá algún día astronautas etíopes? El Instituto Tecnológico de Mekele (norte) planea probar en noviembre el primer cohete etíope, para un vuelo a 30 km sobre la superficie terrestre. Muy lejos todavía de los 100 km que marcan el límite entre la atmósfera terrestre y la vida sideral.

“No tenemos prisa por adentrarnos en las profundidades del espacio”, sonríe Solomon Belay, pero, según dice, en Etiopía la perspectiva de la conquista del espacio gana adeptos.

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