Los Neardenthales, morfológicamente más robustos, con una caja torácica más amplia y una pelvis más extensa, conjunto definido por los investigadores como “de campana” -en relación a la forma de “ barril ” de los Homo Sapiens-, habitaron la Tierra hace entre 230.000 y unos 40.000 años atrás, aunque algunos hallazgos datan a algunas poblaciones hace 28.000 años.
En apariencia, ambos eran bastante parecidos, convivieron en el tiempo y se aparearon, si bien el Neardenthal tenía un cráneo más amplio y nariz prominente, aunque no fueron éstas las diferencias que llamaron la atención de los investigadores.
“El Neardenthal era más robusto y más pesado pese a que era más bajo, y eso se atribuye a la necesidad de cazar grandes presas y transportar enormes piezas”, apunta a Efe el doctorando Miki Ben-Dor, principal autor de la investigación.
El estudio, elaborado junto a los profesores Ran Barkai y Avi Gopher, del Departamento de Arqueología y Culturas Antiguas de Oriente Próximo de la Universidad, ha sido recientemente publicado por la revista American Journal of Physical Anthropology.
Pese a que las diferencias anatómicas del tórax y la pelvis entre ambos homínidos se conocían desde hacía tiempo, el estudio, según sus autores, es el primero que analiza el posible impacto que tuvo la dieta en el desarrollo morfológico de nuestros antepasados.
“Si observamos la parte inferior del tórax y la pelvis, que contiene todas las vísceras, hígado, riñones y otros órganos asociados con la digestión de la comida, te llama la atención inmediatamente la forma diferenciada entre ambos”, refiere Ben-Dor al subrayar que la proteína de origen animal jugó un importante papel en conformar el fenotipo Neardenthal.
La investigación parte de la premisa de que los seres humanos estamos limitados en nuestra capacidad para convertir proteínas en energía y concluye que en el caso de los Neardenthales, la “forma de campana” del torso, al menos en parte, “fue una adaptación a una dieta muy rica en prótidos”.
Se basa en el análisis de estudios anteriores sobre su morfología y exámenes químicos de huesos que indicaron que gran parte de su dieta se basaba en la carne de grandes especies, y en períodos más limitados, en hidratos procedentes de plantas.
El modelo utilizado apunta a que durante los inviernos glaciares, cuando los hidratos de carbono no estaban al alcance, entre el 74 y el 85 por ciento de las calorías consumidas por el Neardenthal debieron provenir de grasa animal y evolucionaron de manera que lograron convertir la proteína en energía de una forma más eficiente que los modernos seres humanos.
Concluyen que una alimentación rica en proteínas crea la necesidad de albergar un hígado dilatado y un sistema urinario en una estructura inferior más amplia debido a los requerimientos metabólicas de expulsar en mayor medida toxinas como la urea.
Según se desarrolló el metabolismo del Neardenthal, se incrementó su capacidad renal y se expandieron órganos como los riñones, lo que evolutivamente engrosó la parte inferior del torso y la pelvis.
El investigador reconoce que no se sabe a ciencia cierta cuándo comenzaron a producirse los cambios que llevaron a nuestros antepasados a diferenciarse físicamente, pero sí que “hace 550.000 años atrás pudieron evolucionar a partir del Homo Erectus y se cree que su pelvis y tórax pudieron ser similares a los del Neardenthal”.
Advierte, sin embargo, de que esa teoría debe ser analizada con cautela ante la falta de fósiles de costillas de aquella época que la corroboren, ya que la masa ósea suele aparecer astillada.
Otro aspecto que sugiere el estudio es que la total dependencia de los Neardenthales de la caza de animales grandes para satisfacer sus necesidades proteicas pudo llevar a su eventual extinción, que coincidió con el período en que comenzó a desaparecer la Megafauna en Europa hace unos 50.000 años.
“Se sabe que eran grandes cazadores y se adaptaron a una gran cantidad de consumo de proteínas, especialmente animales de gran tamaño, y cuando estos comenzaron a desaparecer, no pudo conformarse con presas alternativas”, refiere el investigador.
Ante los que se debaten entre seguir una dieta vegetariana u otra más rica en carne, Ben-Dor tiene una respuesta sencilla. “Somos humanos desde hace 2,5 millones de años. Nos convertimos en predadores y nos adaptamos al consumo de proteínas”, concluye.