Quince cuerpos momificados de la cultura chinchorro fueron escaneados en busca de su ADN para identificar qué rastros genéticos están presentes en los chilenos de hoy y reconstruir su fisonomía.
Pescadores y cazadores que habitaron desde el 10000 hasta el 3400 antes de nuestra era en la costa que baña el desierto de Atacama, en lo que hoy constituye el sur de Perú y la ciudad chilena de Antofagasta, las momias chinchorro tienen unos 7.400 años de antigüedad, por lo menos 2.000 más que las momias egipcias.
Los chinchorros están entre los primeros pueblos en momificar artificialmente a sus muertos con un complejo tratamiento para desmembrar y reconstruir los cuerpos, un proceso que los científicos tratan de entender.
Quince momias, en su mayoría niños y fetos, fueron escaneadas la semana pasada en la clínica Las Condes, en Santiago. En el examen se pudieron ver “miles de imágenes de menos de un milímetro”, dice a la AFP Marcelo Gálvez, jefe de radiología del centro que colabora con la investigación.
“La fase que sigue es tratar de hacer la disección de estos cuerpos en forma virtual, sin tocarlos, por lo cual nos aseguramos conservarlos 500.000 años más”, explica.
La fase de reconstrucción está en marcha y en varios computadores se unen piezas, se agregan músculos, se insertan narices y mentones y se logra poco a poco “ver cómo se veían físicamente, reconstruirlos y tener hoy en vivo a alguien que falleció hace miles de años”, comenta eufórico el radiólogo.
Con un profundo conocimiento de la anatomía humana, los chinchorros elaboraron un complejo sistema que consistía en retirar la piel y los músculos, hasta dejar solo el esqueleto antes de reforzarlo con madera y fibra vegetal. Luego se ponía una capa de arcilla para dar forma al cuerpo y recubrirlo con la piel, y ponerles ojos y boca.
La cabeza era adornada con una máscara, pelucas de pelo natural o mezclando fibras de otros animales, explica Verónica Silva, curadora del área de antropología del Museo Nacional de Historia Natural de Santiago.
“La propia familia es la que construye la momia”, dice la antropóloga. La momificación empezó sobre todo con fetos y recién nacidos.
Aunque se respetaba una serie de reglas generales, cada momia muestra características únicas “con innovaciones tecnológicas y artísticas” que permiten situarlas en tres periodos diferentes: el de las momias negras, las rojas y las vendadas.
Las más elaboradas son las más recientes, destaca la antropóloga, quien precisa que de todas formas, “estamos hablando efectivamente de los cuerpos con una momificación artificial más antiguos del mundo”, concluye. “Las momias chinchorro datan de 7400 años antes del presente, eso quiere decir que este sistema de taxidermización de los cuerpos de las momias chinchorro se realizan 2.000 años antes incluso de que se iniciara la primera momificación en Egipto”, señala Silva.
El escáner ha deparado a los investigadores una sorpresa: la momia más pequeña era una figura.
El material “no tiene estructura ósea y por tanto es solo una figurita que podría ser una representación de un individuo que no pudo ser momificado”, conjetura Silva que pone en evidencia las limitaciones que tienen los antropólogos al estudiar esta cultura que no dejó otro vestigio que sus muertos.
No se han encontrado ajuares funerarios y eso, junto con la posición de las cerca de 180 momias halladas, sobre todo en una especie de cementerios en torno a la playa Chinchorro -de donde deriva el nombre de la cultura-, hace pensar que no tenían creencias relacionadas con la vida después de la muerte.
Ponerle un rostro a la cultura chinchorro parte de una investigación que trata también de descodificar su ADN e identificar qué rastros genéticos están presentes en los chilenos de hoy.
El objetivo es “entender mejor su modo de vida: desde su dieta hasta conocer si sus genes siguen presentes en nosotros los chilenos”, señala Silva.
Mientras acomoda tres de las 15 momias que fueron transportadas para su escaneo, Silva destaca la relevancia histórica del material que tiene en sus manos, descubierto a partir de 1903.
Una particularidad que aspira a convertir los centros arqueológicos donde han sido encontradas estas momias en Patrimonio Histórico de la Humanidad de la Unesco.