En marzo de este año, la compañía nipona cesó la recepción de solicitudes de reparación de su mascota más conocida, un modelo autómata con la forma de un perro capaz de ladrar, identificar la cara de su dueño y desarrollar un carácter propio en función de las interacciones con sus propietarios y con el entorno.
Con el fin de prolongar la vida de sus cachorros, los amos de los Aibo han abierto una página en internet en la que intercambian información para poder repararlos e, incluso, un grupo de ingenieros jubilados de Aibo han fundado una empresa para mantenerlos a punto.
Originalmente concebidos en 1993 como parte de un proyecto de investigación, los Aibo revolucionaron el concepto de robot doméstico, y aunque la compañía nunca tuvo la intención de producirlos en masa, llegaron a comercializar tres modelos distintos, cada cuál más sofisticado, con un precio de alrededor de 2.000 dólares.
Catalogado como electrodoméstico, las piezas de repuesto de los canes son por ello limitadas y ahora las 150.000 unidades que la empresa ha vendido durante siete años tienen que buscar vías de saneamiento alternativas por la falta de “veterinarios” cualificados.
Los dueños están preocupados por sus compañeros robóticos e “impactados”, porque nunca imaginaron que un robot pudiera “morir” y ahora tienen que hacer frente a esa realidad, recoge la cadena pública nipona NHK.
Nakajima, un hombre de 64 años residente en la ciudad de Fukuoka (sur de Japón), llevó a cabo una investigación para desmontar y reparar a su can, de nombre Sócrates, que dejó de mover una pata debido a la acumulación de polvo en las articulaciones.
“Lo he cuidado durante 15 años y quisiera prolongar la vida de Sócrates, que ya es parte de mis recuerdos”, dijo a la cadena.