La alerta es de la bióloga Sannie Brum, investigadora del Instituto Piagacu (Ipi) y que estudió los hábitos de 35 comunidades pesqueras en el río Purus, en el estado brasileño de Amazonas.
Según su estudio, los habitantes de la región matan anualmente hasta 144 delfines rosados (Inia geoffrensis), un número superior a cualquier límite seguro que garantice su supervivencia, para usarlos como cebo en la pesca de la piracatinga (Calophysus macropterus), un pez necrófago conocido como el buitre de las aguas.
“Llegamos a ese cálculo luego de que nos informaran de que los pescadores extraen de la región cerca de 15 toneladas de piracatinga por año y que el 90% del cebo que utilizan es carne de delfín rosado”, dijo la bióloga.
De acuerdo con la investigadora, como la piracatinga se alimenta de carne podrida, los pescadores utilizan como cebo pedazos de peces con mucha grasa y hasta caimanes. Los pescadores prefieren usar al delfín como cebo porque su carne tiene más grasa y un olor fuerte y característico que atrae a la piracatinga y como su pesca está prohibida, no pueden venderlo en el mercado, explicó la bióloga.
El caimán tiene un mayor valor comercial para el pescador, que puede aprovechar tanto su carne como su cuero, por lo que es menos viable como carnada, agrega la colaboradora de la Asociación de Amigos del Manatí (AMPA).
“El cálculo que hicimos se refiere exclusivamente a la parte baja del río Purus, que es un área de reserva, pero tenemos información de que la práctica se extiende a lo largo del río, por lo que el actual volumen de pesca de piracatinga exigiría el sacrificio de 500 delfines por año tan sólo en esa región”, según Brum, cuyo estudio fue financiado por la Fundación Boticario de Protección a la Naturaleza.
“Otros estudios nos permiten decir que unos 1.600 delfines son usados al año para la pesca de piracatinga por los pescadores de Tecé en el río Solimoes y que el número llega a 2.500 en toda la región de Manaos. Son números que asustan para una especie considerada vulnerable”, agrega.
Según la bióloga, lo peor es que ese exterminio de delfines tiene por único objetivo la captura de un pescado que se vende por sólo 80 centavos de real (unos 0,34 dólares) el kilo y que se ofrece en filetes principalmente en Colombia con otros nombres. “Los pescadores lo explotan debido a que es una especie de gran tamaño y alta productividad, pero los habitantes de la región lo desprecian porque saben que se alimenta de carne podrida”, agregó.
La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN) aún no clasifica al delfín rosado como amenazado de extinción por ser una especie de la que se tienen “datos insuficientes”, pero las autoridades brasileñas lo califican como “vulnerable”. La mayoría de los países amazónicos prohibió su pesca y tiene proyectos para protegerlo.
Ningún país de la región tiene datos sobre su población. Una expedición realizada por científicos colombianos y brasileños a lo largo de 500 kilómetros de los ríos Piagazu y Purus contabilizó 2.168 ejemplares de delfín en 2012, de los cuales 1.640 de la especie tucuxi (Sotalia fluviatilis) y sólo 528 del rosado.
Esta especie, también conocida como boto, tonina o delfín del Amazonas, es el mayor delfín de río del mundo, ya que los machos adultos pueden alcanzar 185 kilos de peso y 2,5 metros de largo, y tiene su hábitat en los ríos Amazonas, Orinoco y Madeira.
“Como cualquier delfín de río es una especia poco común. Si no se adoptan medidas puede tener el mismo destino del baiji, el delfín chino de aguas dulces que fue declarado extinto en 2007”, afirma Brum.
Las características de la especie elevan el peligro debido a que los delfines amazónicos tienen un ciclo reproductivo lento (10 meses de gestación) y las madres cuidan a sus crías por hasta cuatro años. Además de su uso como carnada, otras amenazas para el delfín amazónico son la construcción de hidroeléctricas, la degradación de su hábitat, la explotación petrolera y el aumento de la circulación de embarcaciones y turistas.
Brum asegura que entre las medidas que tienen que ser adoptadas de forma urgente para evitar su extinción destacan el aumento de la fiscalización de su pesca, programas educativos para concienciar a los pescadores y la oferta de alternativas para que los pescadores no dependan de la piracatinga.