Se trata de una pesquería cuyo extraordinario estado de salud actual podría tener algo que ver, según los científicos, con determinados efectos del cambio climático.
El bacalao de Barents atraviesa su mejor momento desde que comenzó su pesca a gran escala tras la Segunda Guerra Mundial, lo que ha permitido a la Comisión de Pesca Ruso-Noruega (JNRFC, en sus siglas en inglés) elevar la cuota en 2013 a la cifra récord de un millón de toneladas (un 25 % más que el pasado año).
La temporada de pesca acaba de comenzar y se extenderá hasta finales de abril cuando miles de ejemplares suban de reproducirse desde las cristalinas aguas del archipiélago noruego de Lofoten hacia el nordeste y norte del mar de Barents.
La razón por la que el bacalao de esta zona del Ártico que, al igual que el de los caladeros de Canadá, estaba totalmente colapsado por la sobrepesca a mediados de los noventa, se ha recuperado de una manera tan extraordinaria es una suerte de misterio que no solo puede tener que ver con una gestión pesquera más sostenible.
Los científicos han observado alteraciones que el cambio climático parece haber introducido en el mar de Barents y que, paradójicamente, podrían haber beneficiado a corto plazo a esta especie, explican los expertos en unas jornadas sobre el bacalao organizadas este fin de semana por el Instituto de Investigación Marina de Noruega (IMR) en un pequeño pueblo pesquero en el norte del país.
Benjamin Planque, director del proyecto del IMR, BarEcoRe, que estudia el impacto del cambio climático en los ecosistemas del mar de Barents, explica que el deshielo en las zonas más altas de este mar permite que la luz llegue con más intensidad al fitoplactón marino, los microorganismos que componen el primer eslabón de la cadena alimenticia en el océano.
Este nuevo fenómeno parece haber propiciado aguas más fértiles, con más alimento, que atraen más a los peces, entre ellos al capelán, que “es el alimento preferido del bacalao”.
Knut Sunnana, director del Programa de Ecosistemas del mar de Barents en el IMR, apunta también a que, debido a una mayor penetración de calor en el océano, la masa de agua de los fondos marinos donde vive y migra el bacalao se ha incrementado entre 2 y 3,5 grados en los últimos 30 años.
Este hecho podría haber ayudado a las poblaciones, según los científicos, ya que a este gran depredador, que llega a vivir hasta 25 años, gusta de aguas no excesivamente frías, a entre -1 y 14 grados.
¿Es entonces el bacalao de Barents un 'ganador' del cambio climático?. Planque asegura que de momento “sabemos que el cambio climático está introduciendo e introducirá modificaciones en su ecosistema, y aunque a corto plazo hay evidencias de que estas alteraciones le pueda estar beneficiando, hace falta más ciencia para saber lo que ocurrirá a largo plazo”.
Más que producir un beneficio en las poblaciones, el profesor de Ecología Marina de la Universidad de Tromso (Noruega), Paul Wassmann, afirma que el calentamiento está modificando la distribución del bacalao.
Este científico estima que mientras la productividad marina podría elevarse hasta un 55 % en latitudes más altas del mar de Barents debido al deshielo, se desplomaría hasta un 20 % en las más bajas, lo que daría lugar a que hubiera más bacalao en la zona de Rusia y más al norte que en la costa de Noruega.
Al margen del cambio climático, el boom del bacalao ártico de Barents es también el resultado de mas de 60 años de cooperación pesquera entre Rusia y Noruega, y de que ambos países acordaron estrictas cuotas cuando esta pesquería tocó fondo en el año 96, y mantienen fuertes controles ahora que se ha recuperado.
Así, Geir Bakkevol, portavoz del Consejo de Pesca Noruego, explica que está “prohibido pescar bacalaos de menos de 42 centímetros, lo que evita capturas masivas de juveniles, y da un respiro a la especie para seguir reproduciendo y poderse recuperar”.
Científicos del IMR analizan la biomasa de los bacalaos en esos controles, y en ocasiones en las que han constatado, a través de estas medidas, que se están capturando un gran número de ejemplares de entre 1 y 3 años, se han llegado a establecer vedas estacionales.
Adicionalmente, el Consejo de Pesca Noruego, sostiene que la pesca del bacalao ha reducido a cero los descartes en el mar de Barents.