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El debate fue abierto por un informe, luego retomado por la revista Nature en su sitio web, publicado en Gran Bretaña por la Fundación para la Robótica Responsable.
Titulado “Nuestro futuro sexual con los robots”, el texto sugiere una reflexión sobre los escenarios que podrían abrirse en 10 o 15 años, inspirados en lo que ya está sucediendo en Asia con la difusión de las muñecas-robots a imagen casi perfecta de mujeres y que están destinadas al sexo.
El mercado de la tecnología del sexo maneja negocios a nivel mundial cercanos a los 30.000 millones de dólares, pero es imposible saber cuántas personas poseen ya muñecas-robots para el erotismo.
El desarrollo tecnológico en el campo de la robótica y la inteligencia artificial sugiere que máquinas muy evolucionadas están ya en el horizonte. El hecho de que probablemente se inspirarán en la pornografía y serán muy semejantes a los seres humanos de sexo femenino infunde legítimos temores.
Las investigaciones científicas que indagan las implicancias sociales, legales y morales de las relaciones con los robots son poquísimas, según Nature, porque son consideradas vulgares y sensacionalistas por el mundo académico.
Por ejemplo, el Congreso Internacional sobre el Amor y el Sexo con los Robots fue trasladado de la Ciudad Universitaria, en el corazón de Londres, a la más periférica Goldsmiths, porque quienes debían hospedarlo consideraron el argumento muy incómodo.
No obstante la dificultad de la investigación en este campo y los tantos tabúes, de acuerdo con Nature, el tema da para indagar y mucho: además del impacto de las interacciones entre humanos y autómatas, por ejemplo, existe la cuestión de la privacidad, pues algunos juguetes sexuales “inteligentes” podrían ser hackeados con el objetivo de recoger datos e información acerca de los usuarios.