Así se desprende del informe que revela los impactos negativos de un manejo “no sostenible” de las tierras basado en hallazgos realizados por más de 100 expertos y que fue presentado en el cierre de la Sexta Plenaria de la Plataforma Intergubernamental en Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES).
Para ello han recabado datos durante tres años, en los que desarrollaron una evaluación de degradación de la tierra y restauración, con resultados que muestran el “grave peligro” que corre la humanidad. Entre los riesgos, el científico Bob Scholes, copresidente de la evaluación de suelos de IPBES, advirtió que las malas prácticas del hombre, además de los estilos de vida de alto consumo, empujan al planeta hacia “la sexta extinción masiva de especies”.
“La degradación del suelo es posiblemente el tema ambiental que afecta de mayor manera a la población del mundo; dos de cada cinco personas se ven significativamente afectadas en su modo de vida en nuestro tiempo”, sentenció Scholes en conferencia de prensa. “No hay ecosistema o país en el mundo donde no puedas encontrar afectación de la tierra”, agregó.
El informe, codirigido por el italiano Luca Montanarella, señala que la degradación de los suelos ha llegado a niveles “críticos” en muchas partes del mundo, situación que ha ocasionado una pérdida “significativa” de la diversidad biológica y de servicios de los ecosistemas.
La pérdida de la fertilidad del suelo, la erosión y aumento en toxicidad, especialmente por la acumulación de sales, son parte de las características encontradas en tierras con una decreciente productividad, situación que hace “más vulnerables” a sus pobladores.
“El suelo es un recursos que se está agotando. La demanda que ponemos es mayor y el problema se acelera”, comentó Scholes. Para los investigadores, los humedales han sido particularmente “castigados” por la degradación, hasta el punto que “el 87% han sido destruidos” y el 50 % de ese daño ocurrió este último siglo.
Además, el 13% restante está “altamente en peligro” porque los suelos que los rodean sufren las consecuencias de la degradación, problemática que se suma a la pérdida de biodiversidad y al cambio climático. “Los procesos de degradación de la tierra contribuyen en un 10% a los gases invernadero que están dirigiendo en gran medida nuestro cambio climático”, acotó el experto.
Si bien la evaluación no revela los ecosistemas más amenazados, sí reporta que las tierras de poca producción biológica y las tierras congeladas están altamente “susceptibles” a la degradación de una forma que antes no ocurría.
De otro lado, los científicos proyectan que para 2050 la mayor parte de la degradación ocurrirá en América Central, América del Sur, África subsahariana y Asia, que son presentadas como las áreas a las que le quedan la mayor cantidad de tierra adecuada para la agricultura.
Además, el deterioro y el cambio climático provocará una reducción de los cultivos en un 10% como promedio en el mundo, pero de hasta un 50% en regiones específicas, efectos que amenazarán la seguridad alimentaria, la purificación del agua, la provisión de energía y otras contribuciones de la naturaleza esenciales para la humanidad.
En su informe, también proponen mecanismos para restaurar, revertir y contener la degradación, manifestada con abandono de tierras, disminución de poblaciones de especies silvestres, pérdida de praderas y agua dulce, así como la deforestación. Entre ellos están el mejoramiento de los sistemas de monitoreo, la aplicación de políticas globales, el manejo de la presión de pastoreo, el control de la fuentes de contaminación y la promoción de prácticas como replantación de especies nativas y el desarrollo de infraestructura ecológica.