Al cerrar la puerta de su falso hábitat marciano en el desierto de Atacama, artistas y científicos del proyecto Seeker se aislarán del resto de la vida en la Tierra durante cinco días para explorar estrategias de sostenibilidad necesarias para una misión en el planeta rojo.
Las misiones de aislamiento, que empezarán en 2015 en el desierto del norte de Chile se enmarcarán dentro del proyecto artístico y científico llamado Seeker, liderado por el biólogo belga Angelo Vermeulen, artista visual y asesor de la NASA.
“Atacama es una localización muy interesante puesto que nos obliga a explorar la sostenibilidad a un nivel muy profundo debido a las duras condiciones del entorno”, explicó Vermeulen en una entrevista con Efe, en la que desveló los entresijos de su nueva iniciativa que tendrá este árido desierto como telón de fondo.
Este desierto chileno, una de las regiones más secas del planeta caracterizado por la falta de vegetación y suelo rocoso, entre pardo y rojizo, es uno de los escenarios terrenales más parecidos a Marte.
La semejanza entre ambos paisajes ha hecho de este inhóspito territorio uno de los parajes recurrentes por las agencias espaciales internacionales, como la Agencia Espacial Europea (ESA) o la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio (NASA) de EEUU, para probar futuros prototipos robóticos destinados a Marte.
“Tendremos que usar nuestra imaginación para inventar estrategias de abastecimiento de agua, producción de alimento y reciclaje y generación de energía”, sostuvo el artista y biólogo que desde hace tiempo se dedica a crear simulacros de hábitats auto sustentables en Marte.
Entre los hitos más destacados de su trayectoria, Vermeulen cuenta con la dirección del proyecto HI-SEAS, financiado por la NASA y destinado a simular en la Tierra un hábitat para humanos en suelo marciano.
En esa ocasión, seis personas, entre las que se encontraba el biólogo y artista belga, vivieron totalmente aisladas durante cuatro meses en Hawai como si se encontrarán verdaderamente en Marte.
“El propósito de estas misiones de aislamiento -sostuvo Vermeulen- es analizar el diseño de los habitáculos. No obstante, también es una oportunidad para que la gente se una y repiense las interrelaciones entre los humanos, la tecnología y el ecologismo, algo altamente necesario en estos tiempos que corren”.
El análisis de las complicaciones de abastecimiento es uno de los primeros objetivos de “Seeker”, sin embargo, el proceso de construcción de una nave que permita la supervivencia y autosustentabilidad a largo plazo constituye la verdadera piedra angular de la iniciativa.
Profesionales de ámbitos tan diferentes como la ciencia, el arte, el activismo o la ingeniería participarán en la construcción de la cosmonave con el propósito de crear una “comunidad mixta que beba de las aportaciones de diferentes áreas de conocimiento, edades y culturas”, apuntó Vermeulen.
Este es el motivo por el cual cualquier aproximación del aspecto de la nave es inimaginable, puesto que su diseño será el resultado de la creación colectiva de todos los participantes.
La intersección del arte, la ciencia y la comunidad es la característica que define el trabajo de Vermeulen para quien el diseño en base a la biología es el futuro de los viajes espaciales.
“Si creamos tecnología que se comporte más como la biología, las naves podrán adaptarse mejor a las necesidades de sus habitantes y podrán hacer viajes más largos”, aseguró Vermeulen.
Lejos de diseñar una Arca de Noé espacial, el proyecto Seeker busca profundizar en elementos utilizados en el planeta tierra que, en un futuro puedan facilitar un viaje hacia otros planetas.
Otras versiones del proyecto Seeker que se han hecho en la ciudad de Lubliana o Holanda, pusieron de relieve, por ejemplo, la importancia de disponer de una ventana o poder cocinar dentro del habitáculo para levantar el ánimo de los astronautas.
Otro de las aportaciones del trabajo de Vermeulen a los futuros viajes espaciales podría estar relacionado con las plantas, puesto que sus diseños siempre incluyen el aprovechamiento de la energía desechable para el crecimiento de vegetales o el sustento de microcosmos animales.
Una de las creaciones que se incluye dentro de los habitáculos marcianos llamada “Biomod” consiste en un microcosmos autosustentable que aprovecha el calor desprendido por los ordenadores para hacer crecer tomateras regadas con agua de una pecera.
“Puede que nuestro proyecto no contribuya al desarrollo de sistemas de propulsión de las naves, pero nuestros experimentos con plantas podrían ser una gran contribución a los viajes espaciales”, concluye Vermeulen.