La nave se acoplará al laboratorio Tiangong-2 para iniciar los preparativos para la futura estación orbital del gigante asiático alrededor de la Tierra.
A las 07:30 hora local (20:30 del domingo en Paraguay), según lo previsto, la nave despegó impulsada por un cohete Larga Marcha-2F desde el centro de lanzamiento de Jiuquan (norte), en el desierto del Gobi, ante un reducido grupo de corresponsales extranjeros, entre ellos de Efe, como testigos.
La tradicional cuenta atrás desde diez dio paso al encendido de los propulsores y, tras provocar un ruido estruendoso, el cohete se elevó sobre del desierto rumbo a las estrellas, cuando todavía no terminaba de salir el sol y la luna estaba iluminada.
Los cuatro cohetes de apoyo se separaron a los tres minutos de vuelo del cuerpo principal, que se despegó de la nave, a su vez, poco antes de llegar a los diez minutos y, al desplegarse los paneles solares de la cápsula trece minutos después del lanzamiento, los responsables de la misión la declararon exitosa.
“El Shenzhou-11 está en su órbita determinada según el plan original. Por tanto, la puesta en órbita de la misión tripulada ha sido un éxito”, anunció desde la base un oficial militar. Con el lanzamiento de la undécima nave de la familia Shenzhou -que en mandarín significa, literalmente, “barco divino” -, China cierra un paréntesis de más de tres años sin enviar astronautas al espacio.
La Shenzhou-11 tiene previsto ahora volar fuera de la atmósfera hasta que alcance su próximo destino, la órbita del laboratorio espacial chino Tiangong-2 (a una altura de 393 kilómetros sobre la Tierra), dentro de dos días. Está previsto que ambas plataformas se acoplen cuando lleguen a posiciones compatibles y será al completarse esa maniobra cuando comience propiamente la misión.
Los astronautas Jing Haipeng y Chen Dong, la tripulación de la Shenzhou-11, son los encargados de ejecutar las tareas de la sexta misión tripulada que el gigante asiático envía al espacio, tras las cinco que se lanzaron entre 2003 y 2013, y que será, si se cumplen los planes, la más larga.
Jing, un veterano de 50 años que ya participó en las misiones Shenzhou-7 (2008) y Shenzhou-9 (2012), comandará la nave con la ayuda de Chen, debutante en los viajes espaciales a los 37 años. Ambos, ya vestidos con sus trajes espaciales, fueron despedidos tres horas antes del lanzamiento, en una ceremonia solemne en la que fueron jaleados por varias decenas de ciudadanos desplazadas a la desértica base de Jiuquan y al ritmo del himno nacional chino.
“Van a viajar al espacio para perseguir el sueño espacial de la nación china”, les dijo Fan Changlon, vicepresidente de la Comisión Militar Central, antes de que la pareja de astronautas subiera al autobús que les llevó a los pies de la Shenzhou-11.
Tras el acoplamiento entre la nave y el Tiangong-2, Jing y Chen tendrán por delante 30 días de vida y trabajo en el laboratorio espacial chino, con un régimen laboral de seis días por semana. Su objetivo allí será poner a prueba el equipamiento de esa instalación, que fue lanzada el pasado 15 de agosto, y de garantizar que el laboratorio pueda desarrollar las operaciones automáticas para las que fue diseñado a su partida.
Se espera que el funcionamiento del Tiangong-2 sirva de preparativo para la futura estación espacial china, que las autoridades del país confían tener operativa hacia 2022.
Además, los astronautas llevarán a cabo investigación científica y experimentos para algunos proyectos conjuntos con instituciones académicas extranjeras y otros propuestos por estudiantes de secundaria de Hong Kong, en campos como la medicina, la física o la botánica, junto con observaciones astronómicas y mecánicas.
Su intenso programa de trabajo se complementará con actividades de divulgación científica y en el tiempo libre podrán comunicarse con familiares y amigos por videoconferencia y ejercitarse con los aparatos de que dispone el laboratorio, entre ellos una bicicleta estática.
Los responsables del programa espacial tripulado chino insisten en la importancia de que los astronautas realicen actividades físicas mientras estén en el espacio, por las exigencias de permanecer más de un mes fuera de la Tierra.
La larga duración de esta misión, más del doble que su predecesora Shenzhou-10 (15 días), obligó a modificar el entrenamiento de los astronautas y a alargar su periodo de adaptación al entorno sin gravedad que encontrarán en el espacio. También forzó a introducir nuevos mecanismos de control médico en la nave, con un sistema mixto Tierra-espacio, para asegurarse que las posibles necesidades sanitarias de los astronautas queden cubiertas.