Estas son algunas de las conclusiones de MyNewGut, un proyecto europeo que empezó en 2013 y ha identificado bacterias intestinales que pueden dar lugar a nuevos probióticos para combatir la obesidad y el estrés, y sus complicaciones, como el síndrome metabólico y la depresión.
Según este trabajo, una microbiota sana contribuye a regular el apetito, el metabolismo de nutrientes como la glucosa, el peso corporal y la inflamación asociada a la obesidad.
Además, tiene influencia en el neurodesarrollo y la respuesta al estrés, que a su vez influye en el futuro riesgo de desarrollar patologías crónicas metabólicas y mentales.
Se han hecho varios estudios y, en uno de ellos, los científicos observaron que una dieta poco saludable redujo la diversidad de la microbiota y aumentó la abundancia de un tipo de bacterias potencialmente inflamatorias, las enterobacterias.
En concreto, vieron estos resultados en niños que al empezar el estudio tenían un peso normal y que, tras 4 años, desarrollaron sobrepeso. Por el contrario, en los niños que mantuvieron un peso normal se observaron reducciones de este grupo de bacterias.
En otro estudio de intervención, se transfirió mediante trasplante fecal la microbiota de donantes sanos a individuos con síndrome metabólico -riesgo de sufrir diabetes, entre otros-, lo que redujo el apetito de los pacientes.
El equipo de MyNewGut también investigó tanto los efectos de la cantidad de proteínas en la dieta como del tipo de proteínas (de origen animal como la caseína o vegetal como las proteínas de soja), en voluntarios con sobrepeso.
En este sentido, este trabajo constata que no solo la cantidad de proteína de la dieta es importante, sino también su calidad, lo que debería tenerse en cuenta en las futuras recomendaciones sobre las dietas altas en proteínas, sobre todo cuando se mantienen de forma prolongada.