El estudio publicado por Nature parte de observaciones realizadas con el telescopio milimétrico/submilimétrico ALMA, ubicado en el desierto de Atacama (Chile), informó el Observatorio Europeo Austral (ESO) en un comunicado.
Un equipo liderado por Edith Falgarone (Ecole Normale Supérieure y el Observatorio de París) analizó seis galaxias “starburst”, conocidas por tener un índice mucho mayor de formación estelar que otras galaxias tranquilas como la Vía Láctea, y en cinco de ellas, incluyendo Cosmic Eyelash, detectó marcas de la molécula de hidruro de carbono CH+.
Esta molécula, que necesita mucha energía para formarse y es muy reactiva, “rastrea la forma en la que la energía fluye en las galaxias y sus alrededores”, explica Martin Zwaan, astrónomo de ESO que contribuyó en el artículo.
La investigación ofrece así nueva información para que los astrónomos entiendan el crecimiento de las galaxias, y cómo los alrededores de una galaxia impulsan la formación estelar.
El CH+ observado revela ondas de choque densas, impulsadas por vientos galácticos veloces y cálidos originados en interior de las regiones de formación estelar de las galaxias. Estos vientos fluyen a través de una galaxia, expulsando material de ésta, pero sus movimientos turbulentos son tales que parte del material puede ser recapturado por la atracción gravitatoria de la galaxia misma.
“Con el CH+ vemos que la energía se almacena dentro de grandes vientos del tamaño de una galaxia, y termina como movimientos turbulentos en reservas antes desconocidas de gas frío alrededor de la galaxia”, afirma Falgarone.
“Nuestros resultados desafían la teoría de la evolución de la galaxia. Al impulsar la turbulencia en las reservas, estos vientos galácticos extienden la fase del estallido de formación estelar, en vez de extinguirla”, añade.