La investigación de la Universidad de Adelaida, en Australia, es la primera en probar la relación entre el aumento del dióxido de carbono (CO2) y el deterioro de la biodiversidad pronosticada por trabajos anteriores dedicados a los efectos del cambio climático.
El estudio se basó en el análisis de las interacciones entre peces alrededor de volcanes submarinos, donde la concentración de CO2 se asemeja a la prevista en el mar a finales de siglo, y su comparación con zonas adyacentes.
Investigadores de la universidad comprobaron tras tres años de observaciones y experimentos submarinos que en los medios con una mayor concentración de CO2 proliferaban una o dos especies de pequeño tamaño y conducta dominante.
A la vez, detectaron que mientras las especies menos agresivas y menos comunes desaparecían, el número total de peces aumentaba al beneficiarse de un aumento de comida y una menor competencia.
“Normalmente, (la población de) estas especies pequeñas estarían controladas por su depredadores”, dijo el director del estudio, Ivan Nagelkerken, en un comunicado de la universidad.
“Pero la acidificación del océano también está transformando los ecosistemas de alga marina a pastos herbáceos, de manera que estamos perdiendo los ecosistemas que protegen a estos depredadores medianos y en consecuencia estas especies”, añadió el experto.
“El resultado es mucho de lo que llamamos especies enclenques, algo parecido al equivalente marino de ratas y cucarachas, hay muchas de ellas pero nadie quiere comérselas”, concluyó.
El científico abogó por reducir la sobrepesca de los depredadores inmediatos de estas especies como mecanismo para evitar la pérdida de biodiversidad en estos ecosistemas.