El estudio, encabezado por la Universidad de Harvard (EE.UU.) y que publica la revista PNAS, ofrece “nuevos conocimientos sobre la organización social moche, las prácticas funerarias y la política basada en el parentesco”, escriben los investigadores.
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El equipo reconstruyó un árbol genealógico de, al menos, cuatro generaciones formado por un hermano o dos, el hijo de uno de estos, una sobrina y un abuelo, en relación con la Señora de Cao.
Además, demostró “que el parentesco jugó un papel central en las actividades políticas y rituales de las élites moche”, señala el estudio, firmado, entre otros, por el arqueólogo Régulo Franco Jordán, del Parque Arqueológico Nacional de Machupicchu (Perú).
La cultura arqueológica moche floreció a lo largo de la costa norte de Perú entre los siglos IV y X de nuestra era, vivió en sofisticados complejos urbanos y se caracterizó por una compleja jerarquía social dominada por élites políticas y religiosas.
La investigación reconstruye las relaciones familiares entre un grupo de seis individuos, que incluye a la prominente Señora de Cao, enterrados juntos hacia el año 500 en un templo piramidal pintado, Huaca Cao Viejo, en el valle de Chicama.
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El equipo, integrado también por Erik Marsh, de la Universidad Nacional de Cuyo (Argentina), aplicó métodos arqueológicos, genéticos e isotópicos para establecer el vínculo entre los cuatro adultos y dos jóvenes, estos últimos sacrificados.
Los análisis sugieren que la mayoría probablemente pasó su infancia en el valle de Chicama o cerca de él y tenía dietas similares ricas en maíz y proteínas de origen marino.
La Señora de Cao, poder absoluto y rango casi semidivino
La Señora de Cao, la primera mujer conocida con poder absoluto poder y rango casi semidivino dentro de la civilización moche, fue enterrada con numerosas ofrendas y junto a una joven sacrificada, posiblemente su sobrina, la cual tenía un origen geográfico y una dieta distintos.
“El hallazgo de juveniles sacrificados estrechamente relacionados con los enterramientos principales sugiere una forma previamente no documentada de sacrificio ritual, subrayando la complejidad de las prácticas ceremoniales moche”, agrega el texto.
El grupo funerario está formado también por al menos uno o dos hermanos, además de un abuelo en tumbas separadas cercanas. Uno de los hermanos varones fue acompañado en la muerte por su hijo sacrificado.
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Estos resultados demuestran -apunta la investigación- que las élites moche fueron enterradas con miembros de su familia, incluyendo algunos criados lejos de sus hogares paternos.
Esto apoya la hipótesis de que “el parentesco era fundamental para transmitir estatus y autoridad”, además el sacrificio de parientes para acompañar a las élites difuntas “subraya la importancia del sacrificio ritual para reforzar los lazos familiares y vincular al difunto tanto con los antepasados como con lo divino”.
Los autores consideran que esta investigación contribuye a la comprensión de las antiguas sociedades andinas al ilustrar las intersecciones entre parentesco, estatus y ritual.