El hallazgo, recogido este jueves en la revista Science, tiene implicaciones relevantes para ampliar conocimientos en neurobiología, estrategias de supervivencia y adaptación ambiental en vertebrados, según señalan los autores, de la Universidad Hebrea de Jerusalén (Israel).
La investigación describe un mecanismo neuronal, desconocido hasta ahora, que rige una transición vital crítica para el pez, demostrando que los embriones no son pasivos, sino que controlan activamente su propio proceso de eclosión, clave para su supervivencia.
El momento crucial de la eclosión
El proceso de eclosión es un momento crucial para todas las especies que ponen huevos: salir demasiado pronto o esperar más de la cuenta puede significar la muerte segura de un animal recién nacido, que no esté preparado para enfrentarse a los retos del mundo exterior, desde respirar a eludir a los depredadores.
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“La supervivencia depende de una sincronización perfecta para eclosionar”, indican los autores, “y sorprendentemente, es el propio embrión el que dicta este momento de sincronización, aunque hasta ahora se desconocía el mecanismo subyacente”.
Los investigadores descubrieron que los embriones de peces inician la eclosión a través de una señal de su cerebro: una neurohormona llamada hormona liberadora de tirotropina (TRH, por sus siglas en inglés).
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La TRH viaja por el torrente sanguíneo hasta una glándula especializada y desencadena la liberación de enzimas que disuelven la pared del huevo, permitiendo que el embrión se libere.
Este circuito neuronal crítico para la eclosión se forma justo antes del acontecimiento y desaparece poco después; y si no funciona, los embriones son incapaces de liberar las enzimas, lo que provoca su muerte dentro del huevo.
Los autores avanzan que seguirán estudiando cómo esta neurohormona (TRH) y otros factores neuroendocrinos influyen en la eclosión en otras especies.