Un estudio que publica este jueves Science, encabezado por la Universidad de Zúrich y con participación española, analizó los factores que determinan la longevidad de los árboles y cómo de diversa es la mezcla de las diferentes formas de vida de estos en los bosques del continente americano.
Los investigadores estudiaron la relación entre crecimiento, longevidad y estatura de los bosques para analizar, entre otros factores, su capacidad de absorción de CO2.
En general, existe la hipótesis de que los árboles que crecen más rápido son menos longevos, pero esta relación "no es tan sencilla. En general la naturaleza es más compleja", dice a EFE el investigador del Departamento de Ciencias de la Vida de la Universidad de Alcalá (Madrid) Julen Astigarraga.
Para el estudio, un equipo internacional de 120 investigadores recopiló datos observacionales en bosques de América, en total 3,2 millones de mediciones, 1.127 especies de árboles, para identificar cuatro tipos principales de ciclos de vida, definidos por el tipo de crecimiento (rápido o lento), la longevidad (larga o corta) y la estatura (pequeña o grande).
Astigarraga explica que, desde el punto de vista de absorción de carbono, si se tuviera que elegir una sola especie, los árboles más eficientes a largo plazo serían los de crecimiento lento y vida más larga.
Sin embargo, el estudio indica que a nivel de ecosistema una mayor diversidad de ciclos de vida es lo que hacen que el secuestro de carbono se maximice.
"Ya se sabía que, en general, a mayor número de especies, más almacenamiento de CO2, pero en este estudio lo que hacemos es otro salto: No es sólo el mayor número de especies, sino la mayor riqueza de rasgos demográficos o ciclos vitales distintos, lo que hace que los bosques pueden capturar más CO2", señala el investigador.
En general y a nivel ecosistémico, los bosques más eficientes son los tropicales "donde tenemos esa mayor diversidad demográfica y los menos, serían aquellos con temperaturas más frías", como en el Ártico.
El equipo, liderado por Lalasia Bialic-Murphy de la Universidad de Zúrich tomó y analizó datos disponibles desde la segunda mitad del siglo XX hasta la actualidad, pero sin realizar proyecciones futuras.
El primer paso, destaca Astigarraga, es mapear los ciclos vitales de los bosques para entender cómo funcionan para luego intentar predecir cómo se pueden comportar en distintos escenarios de cambio climático.
En los últimos meses importantes incendios están devastando bosques de Sudamérica, desde Brasil a Bolivia, Argentina o Colombia, lo que no solo dispara las emisiones de carbono a la atmósfera, sino que además "estamos perdiendo aquellos bosques que potencialmente pueden capturar más CO2".
Astigarraga resalta que lo que más le sorprendió de la investigación, en cuanto a entender las naturaleza, fue descubrir que un árbol maduro de las zonas templadas pueden vivir casi un tercio más que los de las tropicales.
Los resultados de la investigación, según el estudio, tienen “importantes implicaciones” para la restauración y conservación a escala mundial y para comprender la relación fundamental entre biodiversidad y mitigación del cambio climático.