En Hilario Ascasubi, 750 km al sur de la capital argentina, una hilera verde interminable se divisa en los cables eléctricos. Son las miles de aves que atormentan con sus ruidos a los casi 8.000 habitantes del lugar.
Las pilas de excrementos que dejan en las calles son la pesadilla de los vecinos y de los automovilistas cuyos parabrisas son blanco perfecto de los loros.
El municipio debió disponer cuadrillas especiales de limpieza y los vecinos organizarse para mantener la higiene de la ciudad frente a estos animales considerados como potenciales transmisores de la psitacosis, una enfermedad infecciosa potencialmente mortal.
La comunidad promovió campañas de ruido para ahuyentar a los loros y se instalaron poderosas luces láser que por la noche barren con un haz verde la ciudad, pero nada ha dado resultado.
“Después de la seis o siete de la tarde, ya no se puede hablar por teléfono en el patio por el ruido de los loros”, declaró la cancejala de Hilario Ascasubi María del Valle Otero al sitio Bichos de Campo.
En el parque central de la localidad, los juegos de niños “están blancos de excremento”, describió.
Apagón eléctrico
Meses atrás, la Fiesta de la Cebolla que se realiza en esa zona debió suspender a último momento el espectáculo musical de cierre porque los loros causaron un apagón eléctrico.
Expertos estiman que la inusual cantidad de aves en Hilario Ascasubi se debe al desmonte de su hábitat natural y la facilidad para alimentarse en los campos de girasol cercanos.
“Es una especie endémica presente en Argentina y Chile, son muy vistosos, muy bulliciosos y el problema es que se han metido en el tejido urbano en busca de un lugar seguro”, explicó el biólogo Sergio Zalba al canal TN.
La problemática lleva años. Desde 2018 la alcaldía viene realizando campañas para controlar la población de los loros con luces, repelentes y sonidos. “Pero se acostumbran a todo”, lamentó Valle Otero.