Por primera vez se constata que secuencias genéticas heredadas de los padres -lo que se conoce como genoma de la línea germinal- tienen una ‘participación activa’ sobre la inmunovigilancia y sobre los tipos de mutaciones somáticas o esporádicas (no heredadas) que pueden contribuir a la aparición de un cáncer.
Es decir, tienen influencia a la hora de determinar si las células portadoras de mutaciones potencialmente cancerígenas son reconocidas y eliminadas por el sistema inmunitario o pasan desapercibidas para convertirse en cánceres incipientes.
Los resultados, que podrían ayudar a predecir y combatir mejor los tumores de mama, se publican en la revista Science, en un artículo que describe una nueva clase de biomarcadores para prever la progresión tumoral y una forma ‘totalmente nueva’ de entender los orígenes de este cáncer.
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Aparte de unos pocos genes ‘altamente penetrantes’ que confieren un riesgo significativo de cáncer, el papel de los factores hereditarios sigue siendo poco conocido, y se supone que la mayoría de los tumores malignos son el resultado de errores aleatorios durante la división celular o de la mala suerte, indica Christina Curtis, autora del trabajo (solo el 5-10 % del cáncer de mama se considera hereditario).
“Esto implicaría que el inicio de un tumor es aleatorio, pero no es lo que observamos. Por el contrario, descubrimos que el camino hacia el desarrollo tumoral está limitado por factores hereditarios y por la inmunidad”, añade en un comunicado de Stanford Medicine (Estados Unidos).
Curtis explica que en 2015 su equipo ya había postulado que algunos tumores ‘nacen para ser malos’, es decir, que su potencial maligno e incluso metastásico se determina al principio del curso de la enfermedad, pero estos hallazgos arrojan ‘una luz completamente nueva’ sobre qué tan temprano esto sucede.
Variantes que mueven los hilos
En la actualidad, solo unas pocas mutaciones genéticas de alto perfil asociadas al cáncer se utilizan para predecirlo.
Se trata de los genes BRCA1 y BRCA2, que se dan en una de cada 500 mujeres y confieren un mayor riesgo de cáncer de mama u ovario, y de mutaciones más raras en un gen llamado TP53 que causa el síndrome de Li Fraumeni, que predispone a tumores de aparición infantil y adulta.
Los nuevos descubrimientos señalan que hay decenas o centenares de variantes genéticas adicionales -identificables en personas sanas- que ‘mueven los hilos’ que determinan por qué algunas personas permanecen libres de cáncer durante toda su vida y otras no.
Los investigadores estudiaron casi 6.000 tumores de mama en distintos estadios de la enfermedad para averiguar si el subtipo de cada tumor se correlacionaba con las secuencias oncogénicas de la línea germinal de las pacientes.
“Queríamos entender cómo el ADN heredado puede esculpir la evolución de un tumor”, detalla Kathleen Houlahan, otra de las autoras.
Los cánceres de mama y la línea germinal
Entre otros, constataron que en la fase inicial, preinvasiva, una carga elevada de epítopos -parte de una molécula que será reconocida por un anticuerpo- protege contra el cáncer, relata Houlahan.
Pero una vez que se ha visto obligado a luchar con el sistema inmunitario y a idear mecanismos para vencerlo, los tumores con una carga elevada de epítopos de la línea germinal son más agresivos y propensos a la metástasis. El patrón -concluye- se invierte durante la progresión tumoral.
“Básicamente, existe un tira y afloja entre el tumor y las células inmunitarias”, indica Curtis: en el entorno preinvasivo, el tumor naciente puede ser inicialmente más susceptible a la vigilancia y destrucción inmunitarias. “De hecho, es probable que muchos tumores se eliminen de este modo y pasen desapercibidos”.
Sin embargo, “el sistema inmunitario no siempre gana” y algunas células tumorales pueden no ser eliminadas.
Ramón Salazar, jefe de Oncología Médica y director general del Instituto Catalán de Oncología, opina que se trata de un estudio -en el que no participa- de ‘excelente calidad y muy innovador’, puesto que la hipótesis demostrada rompe un paradigma.
Por primera vez se ha descubierto que la dotación genética heredada tiene influencia sobre la inmunovigilancia y sobre los tipos de mutaciones somáticas o esporádicas que pueden contribuir a la aparición de un cáncer, declara a Science Media Centre España, una plataforma de recursos científicos para periodistas.