Un 80% de esta ayuda es dinero público repartido a través de bancos de desarrollo, mientras que el resto procede en su mayoría de financiación privada liberada por estos fondos públicos.
Unos 70.000 millones de dólares de esta financiación se destinó a la reducción de emisiones y 32.000 millones a la adaptación a las consecuencias ya devastadoras del cambio climático. El resto se dirigió a ambos objetivos.
“En 2022, los países desarrollados aportaron y movilizaron un total de 115.900 millones de dólares para la financiación de la lucha contra el cambio climático en los países en desarrollo”, afirmó la OCDE.
Este organismo es el responsable de comprobar el cumplimiento de esta promesa que data de 2009 y que debe renegociarse en la cumbre climática COP29 organizada en noviembre en Bakú, la capital de Azerbaiyán.
Bajo el auspicio de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, los países desarrollados, como principales responsables históricos de las emisiones de gases de efecto invernadero, se comprometieron en 2009 a aportar hasta 100.000 millones de dólares anuales en ayuda climática entre 2020 y 2025.
Estos fondos sirven en su mayoría para financiar la descarbonización de la energía y los transportes, para garantizar el suministro de agua en los países pobres y para trabajos de reforestación y saneamiento.
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La meta final es ayudar a los países menos desarrollados a adaptarse a las consecuencias de los fenómenos climáticos extremos en un mundo ya 1,2 ºC más caluroso que en la era preindustrial.
El retraso en el cumplimiento de este compromiso se había convertido en un foco de grandes tensiones y había bloqueado las negociaciones internacionales sobre la lucha contra el cambio climático.
Deudas climáticas
Muchos países en desarrollo han condicionado el abandono progresivo de las energías fósiles a los esfuerzos financieros de los países ricos que, en su opinión, tienen “una deuda moral” con los más desfavorecidos.
Uno de los principales objetivos de la próxima cumbre climática en Bakú es precisamente acordar el nuevo monto de esta ayuda a partir de 2025.
Se da por seguro que este no estará a la altura de las necesidades: según un cálculo de expertos de la ONU, harán falta 2,4 billones de dólares anuales hasta 2030 para que los países en desarrollo puedan adaptarse al cambio climático.
India propone un nuevo objetivo de 1 billón de dólares, una cifra que los países desarrollados vieron como una provocación, aludiendo al creciente papel de China o de los países del Golfo en las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero.
Las cifras muestran “un aumento muy significativo” del 30% de la ayuda climática desde 89.600 millones de dólares en 2021 a los 115.900 millones de 2022, destaca la OCDE.
COP28 Dubái
En noviembre, durante la COP28 en Dubái, este organismo avanzó que el objetivo de 100.000 millones de dólares “probablemente se había alcanzado” en 2022, pero señaló que todavía no disponía del balance definitivo.
“Queda un déficit de financiación de 11.200 millones de dólares para subsanar el hecho de que el objetivo no se cumplió en 2020 y 2021″, subraya Friederike Röder, vicepresidenta de la oenegé Global Citizen.
Además, el activista Harjeet Singh señala que “una gran parte de los fondos son préstamos en vez de subvenciones” (69% contra 28%), que “a menudo están combinados con ayudas existentes, lo que difumina los límites de la ayuda financiera real”.
“No se trata solo de cifras, sino de integridad y de apoyo verdadero. Los países ricos deben actuar con urgencia, disipar estas pantallas de humo y aportar un respaldo financiero real y sustancial” , advierte.