La revista Nature publica este miércoles dos estudios sobre la contaminación generalizada por plásticos, uno en los lagos, coordinado por la Universidad Milán-Bicocca, con participación española, y otro sobre los arrecifes de coral.
El primer estudio analizó muestras de aguas de 38 lagos y embalses en 23 países de los seis continentes, para que fueran representativos de los diferentes tipos y ubicaciones, y en todos había microplásticos.
La mayor concentración se encontró en el lago de Lugano (Suiza e Italia); Maggiore (Italia) y Tahoe (Estados Unidos), indica a EFE Miguel Matias, del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC), uno de los firmantes.
Alrededor de 14 millones de toneladas de plástico acaban en el océano cada año, un impacto que es bastante conocido, pero se sabía poco de las masas de agua dulce, situación que ha estudiado un grupo de 79 investigadores, entre ellos del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA-CSIC) y de las universidades de Barcelona, A Coruña y Valencia.
La mayoría de los plásticos (93,8 %) de los lugares analizados se clasificaron como microplásticos (menos de 5 milímetros); el 4,7 % tenían entre 5 y 10 milímetros, mientas que los macroplásticos, de más de 10 milímetros, representaban en 1,5%.
El artículo señala, por primera vez, que en algunos casos, las concentraciones encontradas en entornos de agua dulce son superiores a las de las islas de plástico del océano, los llamados "parches de basura".
Cuando se habla de “concentraciones tanto o más graves que la mancha de basura", siempre se piensa en botellas grandes y demás. En el Tahoe no hay un gran parche de ese tipo pero es uno de los lagos más afectados por los microplásticos, que no se pueden ver a simple vista, explica Ted Harris, otro de los firmantes de la Universidad Kansas (EE.UU).
Los lagos más contaminados suelen estar cerca de lugares muy poblados. “Cuantos más seres humanos más plásticos”, agrega Harris, citado por su universidad.
Estos lagos cerca de sitios poblados actúan como las principales fuentes de agua potable de las poblaciones que los circundan y son fundamentales para sus respectivas economías.
Pero al equipo le sorprendió que algunas de estas extensiones de agua están en reservas o parques naturales donde no vive mucha gente y aún así la concentración de microplásticos es alta.
Matias pone como ejemplo en el lago Azul en las islas Azores (Portugal), que ocupa el puesto nueve en la clasificación aunque está en un lugar aislado.
Ningún lago, ni siquiera los más alejados de la actividad antropogénica, puede considerarse realmente prístino, lo que “debería incitarnos a revisar las estrategias de reducción de la contaminación y los procesos de gestión de residuos", según la autora principal Verónica Nava, de la Universidad Milán-Bicocca.
Entre todo lo encontrado destaca especialmente la presencia de poliéster, polipropileno y polietileno, según el estudio elaborado por científicos que pertenecen a la red internacional Global Lake Ecological Observatory Network (GLEON).
Los microplásticos de los lagos y embalses pueden acabar en los océanos, aunque esas extensiones de agua dulce tienen la capacidad de retenerlos durante un tiempo, aunque en este estudio no se ha analizado cuánto, indica Matias.
El investigador consideró que el tiempo que permanecen en lagos o embalses “puede ser suficiente para implementar programas de descontaminación” y evitar que lleguen al mar, donde “el problema se multiplica".
Otra amenaza asociada es que el plástico que se acumula en la superficie de los sistemas acuáticos, se descompone y "puede favorecer la liberación de metano y otros gases de efecto invernadero", según Nava.
El segundo estudio que publica Nature analizó arrecifes de coral en 84 lugares, incluidas las cuencas de los océanos Pacífico, Atlántico e Índico. En 77 de esos sitios se encontraron residuos y los macroplásticos (en este caso, más de cinco centímetros) representaban el 88%.
Los niveles de macroplásticos eran más altos en los arrecifes profundos y en la mayoría de las zonas los buques pesqueros fueron identificados como la principal fuente de plásticos, como sedales y trampas desechadas.