Las obras de reestructuración, diseñadas por el estudio holandés de arquitectura MVRDV, fueron inauguradas a mediados de mayo, pero el edificio, situado al final de la principal avenida de Tirana, abrirá sus puertas al público a partir de septiembre.
Desde el exterior de la pirámide, que hasta ahora fue un lienzo de grafitis, los visitantes podrán subir las 120 escaleras para llegar a la cima y disfrutar de las vistas de la capital albanesa.
El centro cultural TUMO ocupará la mayor parte del espacio renovado y ofrecerá clases gratuitas a alumnos de 12 a 18 años sobre nuevas habilidades de tecnología digital como programación, robótica, animación o diseño gráfico, combinadas con el arte de la realización de películas y música.
"Esperamos que el número de los alumnos crezca de mil que son actualmente a 4.000 por semana. A través de cursos prácticos y juegos, se anima a los jóvenes a pensar analíticamente y a desarrollar habilidades de investigación indispensables para el mercado laboral", explicó a EFE la directora de TUMO, Shqipe Berisha.
Este programa de educación juvenil tiene sus orígenes en Ereván (Armenia), y se ha extendido también a varios países europeos, como Alemania o Francia, y pronto tendrá una sede en Barcelona.
TUMO Albania, que funciona en Tirana desde hace dos años, tenía hasta ahora sus instalaciones en el estadio nacional Air Albania, situado a pocos cientos de metros de la pirámide.
Para los albaneses, la pirámide de Hoxha, diseñada en parte por Klement Kolaneci, yerno del dictador, y que en sus comienzos estaba adornada con una estrella roja en su parte superior, se ha convertido en todo un símbolo de la capital que representa ahora su pasado, el presente y su futuro.
"El edificio es algo nuevo que rompe con el estigma del pasado como símbolo del comunismo. Antes era un espacio cerrado, mientras que ahora está abierto e iluminado por todos los lados, lo que te da otra energía", señaló Berisha.
Tras esta conversión estética y funcional que aún conserva los principios arquitectónicos comunistas, la pirámide ya ha empezado a despertar la curiosidad de los turistas, que el año pasado llegaron al número récord de 7,5 millones, un 33 % más que en 2021.
"Me gusta como lo han hecho. Antes no había escaleras, cuando éramos niños lo usábamos como un tobogán", recordó Astrit Banushi, un residente de Tirana.
"Pero ahora puede subir cualquiera por las escaleras, incluso mi hijo pequeño, y poner la pirámide bajo sus pies", agregó durante una visita junto a su hijo de cinco años.
El edificio fue construido en 1988 para inmortalizar al exlíder estalinista Enver Hoxha, que dirigió el país balcánico durante casi medio siglo (1944-1985).
Al museo, cuya entrada exhibía una gran estatua de Hoxha de mármol blanco, acudían alumnos, obreros y campesinos para contemplar sus objetos personales: desde su coche hasta sus gafas, bolígrafos, documentos y fotografías.
Tras la caída de comunismo en 1991, la obra gigantesca fue saqueada con furia, y en los años posteriores cambió varias veces de uso; fue lugar de oficinas, estudios televisivos, discoteca, feria de libros e incluso oficinas de la OTAN durante la guerra de Kosovo (1998/99).
Ha habido varias tentativas fallidas para demolerla para construir en su lugar el nuevo Parlamento o Teatro Nacional, pero finalmente este símbolo de la identidad de Tirana se convertirá en el centro de la vida cultural de la ciudad para dejar de ser un mero esqueleto de hormigón con cristales rotos.