Al momento, el proyecto “ha logrado articular 33.000 hectáreas de conservación, a través de la adquisición de tierras por la Fundación Bocavaldivia y por la adhesión de reservas ya existentes”, así como con la participación de empresas, Gobiernos locales, organismos internacionales y la comunidad, entre otros, dice Rodrigo Pacheco, creador del proyecto, que busca trascender fronteras.
"Vamos por más", anota al señalar que hay un bosque de un millón de hectáreas que une a Ecuador y Perú, que podría sumarse al proyecto que -por el momento- está enclavado en la provincia de Manabí, en la costa central de Ecuador, y al que Pacheco se refiere como el "bosque comestible biodiverso más grande del mundo".
El BCB "es una solución local a problemas globales", pues la planta es "la mejor tecnología existente para los humanos, no solo para capturar carbono, (sino también para) preservar los recursos de agua, albergar vida silvestre, generar alimentos, techo, medicina, materiales, belleza y oportunidades económicas".
Lea más: Identifican 27 nuevas amenazas que aceleran el cambio climático
Vida silvestre
Con diez años en el proyecto, Pacheco ha encontrado en el BCB más de 150 tipos de aves y ha visto -entre otros- osos hormigueros, monos aulladores, ballenas jorobadas, delfines y tortugas marinas, pues el bosque "también incluye la parte oceánica".
"Nosotros vemos agua, pero abajo hay un bosque de coral, hay plantas y algas", agrega al aclarar que la parte marina no está incluida en las hectáreas contabilizadas "porque no tenemos una manera de abrazar eso legalmente".
Pacheco, chef de profesión y embajador de buena Voluntad por la ONU, destaca la alta biodiversidad que alberga el BCB.
"Estoy en la costa. En cinco minutos estoy en un manglar viendo patillos y otros tipos de aves totalmente diferentes a las marinas, y cuando me inserto en cuestión de metros al bosque seco tropical, ya me encuentro con guacharacas, caciques y muchas otras especies de aves. Es un espectáculo de vida silvestre que vive en estos bosques de transición", narra.
Bosques secos
El chef también alerta que “queda menos del 2% de los bosques secos en Ecuador, un país que tiene el 0,2% de la superficie terrestre y que alberga el 10% de todas las especies vegetales que existen en el mundo”.
A Pacheco, de 41 años, le falta tiempo para enumerar todas las especies de flora que hay en el BCB: cacao, aguacates, chirimoyas, guanábana, mamey colorado, guaba (guama), caimito, chonta, guayaba, mango, café, naranjas...Y otros que usa también en su cocina, pues cree que con la gastronomía también se combate la crisis climática.
"La gastronomía es responsable, en gran parte, del cambio climático, porque generamos sistemas de producción, distribución y de manejo de desechos que no van de la mano con la conservación de los recursos", y de ahí la importancia del cultivo, de saber de dónde vienen los productos, su proceso y manejo de desperdicios, indica.
La gastronomía
La idea del BCB germinó en Pacheco hace una década y comenzó "con cero hectáreas", pero fue evolucionando, apoyado por biólogos, ecólogos, diseñadores, comunicadores, expertos en anfibios, en vida marina, en bosques secos tropicales, en temas legales, financieros y economía circular, entre otros.
Confiesa que el motor de todo fue la gastronomía: "La tierra estaba pelada, sembramos un cacao y empezamos a desarrollar cada vez más cultivos, pero empezamos con nada, con semillas, con amor, con visión, pero también con agua, tierra y el clima necesario", relata.
Al inicio tenían que recorrer 150 kilómetros para comprar algo, por lo que decidieron sembrar lo que iban a consumir en el hotel y el restaurante Bocavaldivia, en el que rescata lo ancestral.
Plato emblemático
Gente de más de cien países ha llegado al corredor biológico y cultural, y han degustado de la gastronomía de Bocavaldivia, que tiene en el BCB a su despensa más importante, con productos únicos en el mundo, por lo que su plato emblemático "es la biodiversidad".
Y es que el BCB tiene varios ecosistemas distribuidos en distintos bosques: Cantagallo, Paciflora, El Abrazo, Maquipucuna, Playa de Oro, Minacuno, Cordillera del Bálsamo, entre otros que, en conjunto apoyan al rescate de la biodiversidad, la restauración de ecosistemas y la recuperación de la vida silvestre.
“El bosque comestible genera vida”, asevera Pacheco al señalar que su vecino taló el bosque, y ahora, mientras en el BCB se aprovecha el catálogo de biodiversidad, se disfruta del paisaje policromático y la sinfonía de la naturaleza, al otro lado reina el silencio del monocultivo.