“El inesperado resultado demuestra que aún es más difícil de lo que se pensaba confundir a los mosquitos cuando buscan implacablemente la sangre humana”, resume Leslie Vosshall, del Instituto Médico Howard Hughes de Estados Unidos; esta científica y su equipo describen en la revista Cell los mecanismos neuronales de estos insectos para asegurarse de que siempre pueden oler -y picar- a los humanos.
El estudio, en el que también participa la Universidad Rockefeller, da “un vuelco” al modelo convencional sobre el circuito neuronal que los animales utilizan para detectar y distinguir miles de olores diferentes en sus sistemas olfativos, señalan los autores.
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“Hemos descubierto que Aedes aegypti -el principal propagador del dengue, el zika, la fiebre amarilla y el virus chikunguña- utiliza un principio de organización diferente, con muchas neuronas que coexpresan múltiples genes de receptores quimiosensoriales”, escriben los autores en su artículo.
Las hembras de estos mosquitos -las que pican- se sienten intensamente atraídas tanto por el CO2 que exhalan las personas como por su olor corporal, que detectan mediante receptores quimiosensoriales.
Mosquitos con varios tipos de receptores
Hasta ahora, la propuesta asentada, basada en las investigaciones de los nobel Linda Buck y Richard Axel, era que los sistemas sensoriales de los animales eran sumamente especializados; es decir, cada neurona olfativa tenía un solo tipo de receptor, que detecta un conjunto específico de sustancias químicas y luego se conecta a una sola estructura en el bulbo olfativo.
Según esta lógica, habría distintos tipos de neuronas que responden al olor de las fresas, por ejemplo, otras al aceite de oliva, otras a la mantequilla de cacahuete, otras a la gasolina, y así sucesivamente.
Sin embargo, según esta investigación, al menos en estos mosquitos, cada célula neuronal tiene varios tipos de receptores, no solo uno. Una sola neurona de mosquito puede detectar diferentes olores.
“La idea convencional de un receptor por olor y un receptor por neurona era tan fuerte que no había razón para investigar la existencia de múltiples receptores”, señala Christopher Potter, de la Universidad Johns Hopkins: “Ahora sabemos que hay que buscarlos”.
Sentido evolutivo
La complejidad añadida al sistema olfativo de los insectos tiene un perfecto sentido evolutivo, apuntan los investigadores, especialmente para los mosquitos que deben encontrar a los humanos para sobrevivir.
Tener varios tipos de receptores en cada neurona aumenta su capacidad para detectar el CO2 exhalado y toda la gama de olores corporales: cuando se trata de evitar la picadura bloqueando algunos de los receptores, los mosquitos pueden seguir localizando fácilmente la sangre utilizando sus otros receptores.
“Es un truco muy bueno”, resume Vosshall: “Los mosquitos tienen un plan b tras otro plan b. Para mí el sistema es irrompible”.
Obviamente, añade, esto no es una buena noticia para el esfuerzo por reducir el número de enfermedades transmitidas por mosquitos, como la malaria, la fiebre amarilla y el dengue; “Al menos ahora tenemos una visión más realista de a qué nos enfrentamos”.
“Cualquier intento futuro de controlar los mosquitos mediante repelentes o cualquier otra cosa tiene que tener en cuenta lo inquebrantable que es su atracción hacia nosotros”, indica Vosshall, quien cree que otros insectos pueden tener un mecanismo similar.