Hoy, en un artículo publicado en Nature, un equipo de científicos liderado por la Universidad de Yale y en el que han participado investigadores de la Universidad Complutense de Madrid propone un nuevo método para estudiar el metabolismo de los dinosaurios a partir de la información de los huesos.
“El nuevo método desarrollado por Jasmina Wiemann nos permite inferir directamente el metabolismo de los organismos extintos, algo con lo que solo soñábamos hace unos años”, destaca Matteo Fabbri, investigador del Museo Field de Chicago y coautor del estudio.
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El metabolismo es la eficacia con la que convertimos el oxígeno que respiramos en la energía química que alimenta nuestro cuerpo.
Los animales de sangre caliente toman mucho oxígeno y tienen que quemar muchas calorías para mantener la temperatura corporal, mientras que los de sangre fría respiran y comen menos, pero dependen del exterior para mantener su cuerpo a la temperatura adecuada.
Son técnicamente reptiles
Y como los dinosaurios son técnicamente reptiles pero las aves fueron los únicos dinosaurios que sobrevivieron a la extinción masiva de finales del Cretácico, no está claro si los dinosaurios son de sangre caliente o fría.
El nuevo método se fija en una de las características más básicas del metabolismo: el uso del oxígeno.
Cuando los animales respiran, se forman productos que reaccionan con las proteínas, azúcares y lípidos, y dejan “residuos” moleculares extremadamente estables e insolubles en agua que dan constancia de la cantidad de oxígeno que respiraba un dinosaurio y, por tanto, de su ritmo metabólico.
El equipo analizó fémures de 55 grupos diferentes de animales, incluidos dinosaurios, sus primos voladores los pterosaurios, sus parientes marinos más lejanos los plesiosaurios, y aves, mamíferos y lagartos modernos, y vieron que las tasas metabólicas de los dinosaurios eran por lo general altas.
Grandes grupos de dinosaurios
Hay dos grandes grupos de dinosaurios, los saurisquios (con caderas de lagarto) y los ornitisquios (con cadera de ave).
Los primeros, como el Triceratops y el Estegosaurio, tenían tasas metabólicas bajas comparables a las de los animales de sangre fría, mientras que los dinosaurios con cadera de pájaro, incluidos los terópodos y los saurópodos -depredadores de dos patas, como el Velociraptor y el T. rex, y los herbívoros gigantes de cuello largo, como el Brachiosaurus- eran de sangre caliente.
Además, los investigadores se sorprendieron al descubrir que algunos de estos dinosaurios no solo eran de sangre caliente, sino que además tenían tasas metabólicas comparables a las de las aves modernas, mucho más altas que las de los mamíferos, algo que se había insinuado antes, pero nunca se había probado.
Para los investigadores, estos hallazgos pueden darnos una visión fundamentalmente nueva de cómo era la vida de los dinosaurios.
Tasas metabólicas de los dinosaurios
“Los dinosaurios con tasas metabólicas más bajas habrían sido, hasta cierto punto, dependientes de las temperaturas externas” y podrían haber tenido que migrar a climas más cálidos, apunta Wiemann, de la Universidad de Yale.
En el extremo contrario, los de sangre caliente habrían sido más activos y habrían necesitado comer mucho.
Reconstruir la biología y la fisiología de los animales extintos es una de las cosas más difíciles de hacer en paleontología, pero no solo ayuda a saber cómo vivieron estos animales, sino que también lleva a entender mejor el mundo que nos rodea hoy, aseguran los autores.
Los dinosaurios, a excepción de las aves, desaparecieron en una extinción masiva hace 65 millones de años, cuando un asteroide impactó contra la Tierra.
El estudio
Hasta ahora se había sugerido que tener una tasa metabólica pudo haber sido una ventaja para sobrevivir a esa extinción, pero este estudio “demuestra que no es cierto y que muchos dinosaurios con capacidades metabólicas excepcionales similares a las de las aves se extinguieron”, apunta Weimann.
Además, en estos momentos, “estamos viviendo la sexta extinción masiva”, recuerda Wiemann.
“Por eso -añade- es importante que entendamos cómo los animales modernos y extintos respondieron fisiológicamente al cambio climático y a las perturbaciones ambientales anteriores; de ese modo, el pasado podrá darnos información para conservar la biodiversidad en el presente y abordar nuestro futuro”.