Las piedras fueron incisas con diseños artísticos hace unos 15.000 años y presentan patrones de daño por calor, lo que sugiere que fueron talladas cerca de la luz parpadeante de un fuego, según un estudio de la universidades de York (Canadá) y Durham (Reino Unido) que publica PLOS One.
El equipo analizó una serie de piedras grabadas, conocidas como plaquetas, procedentes de Montastruc (sur de Francia) y que se conservan en el Museo Británico, las cuales habrían sido fabricadas con herramientas de piedra por el pueblo magdaleniense (hace de 23.000 a 14.000 años), una cultura de cazadores-recolectores.
Los restos presentaban patrones de daños por calor que adquirieron un tono rosa en los bordes y, aunque algunas teorías apuntan a que ese contacto pudo ser no intencionado, el actual examen indica que las marcas son más consistentes con haber sido colocadas a propósito cerca de una llama.
El equipo usó las pruebas físicas disponibles, la arqueología experimental (creando réplicas con las herramientas adecuadas en condiciones de iluminación similares), y empleó modelos 3D con programas de realidad virtual para recrear cómo fueron vistas por los artistas prehistóricos.
Todo ello "permite sugerir que la colocación intencionada junto a un hogar es la que mejor se ajusta” a las marcas, señaló a Efe el autor principal del estudio Andy Needhnam, de la Universidad de York.
El arte paleolítico producido en las paredes de las cuevas más profundas, como en Altamira (España) o en Lascaux (Francia), puede que “se creara siempre bajo condiciones de luz en movimiento, ya sea un fuego, una antorcha o una vela”.
Esta investigación defiende, que ese patrón de creación a la luz del fuego “se extiende fuera de las cuevas a otros tipo de arte, como las plaquetas”, agregó.
Needhnam indicó que se “pueden establecer conexiones generales entre los yacimientos de arte rupestre (en paredes) magdaleniense, como Lascaux, las condiciones en que se realizaron (luz rasante oscuridad) y algunas plaquetas hechas fuera de las cuevas”.
El arte no se limitaba a las paredes de las cuevas o a las piezas de piedra, también aparece en objetos funcionales, como las puntas de proyectil o la ornamentación personal.
Los temas más comunes son las representaciones de animales, “algunas muy detalladas y naturalistas, otras pueden ser más esquemáticas y sencillas, pero siempre mostraban -destacó- un impresionante conocimiento de la anatomía animal, ya que todos habrían sido pintados o grabados de memoria”.
Esa forma de trabajar a la luz de la llamas parpadeantes habría tenido, según el equipo, “un efecto drástico en la forma en que los prehistóricos experimentaban la creación de arte” y puede haber activado una capacidad evolutiva llamada pareidolia, en la que la percepción impone una interpretación, como la forma de un animal, una cara o un patrón, donde no la hay.
En algunas plaquetas examinadas, destacó Needhnam, los rasgos naturales de la roca, como los cambios de morfología, la forma sugerente de una arista o las grietas y fisuras, se integran a veces en el grabado de un animal, por lo que puede componerse de líneas grabadas y rasgos naturales.
Ver formas reconocibles donde realmente no las hay es un efecto visual especialmente potente en condiciones de poca luz y en presencia de una fuente de luz rasante. “Desde el punto de vista evolutivo, la pareidolia puede haber desempeñado un papel en nuestra respuesta de huida o lucha”.
Las conclusiones del estudio refuerzan la teoría de que el fuego era el centro de la comunidad para las reuniones sociales, para contar historias y para hacer arte, destacó Izzy Wisher, otra de las autoras de la Universidad de Durham.
En una época en la que se dedicaban enormes cantidades de tiempo y esfuerzo a la búsqueda de comida, agua y refugio, es “fascinante pensar que la gente aún encontraba tiempo y capacidad para crear arte”, lo que muestra que esa actividad ha formado parte de lo que nos hace humanos durante miles de años.