Según explicó a Efe Gerónimo Villanueva, astrónomo del Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA, en conversación por zoom, está previsto que el telescopio se separe del cohete (un Ariane 5) en los primeros treinta minutos tras el despegue, programado para las 07.20 hora local (12.20 GMT) si las condiciones atmosféricas lo permiten, pues ya ha habido varios retrasos por esta causa.
Posteriormente, en los siguientes días, se irá produciendo el despliegue completo del telescopio, que Villanueva describió como "la parte más dramática", pues supone la apertura de una plataforma tan grande como una pista de tenis cuya función será la de un parasol de varias capas que proteja de la radiación infrarroja el núcleo del telescopio, que pesa unos 6.500 kilogramos.
El James Webb, bautizado así por el nombre de un antiguo administrador de la NASA, será el mayor observatorio de ciencia espacial del mundo y es una misión conjunta de la NASA, la Agencia Espacial Europea (ESA) y la Agencia Espacial Canadiense.
EN BUSCA DE LOS INFRARROJOS
Lo que distingue al James Webb de las generaciones anteriores de telescopios es que observará el universo en el espectro infrarrojo, por lo que podrá observar las primeras galaxias, las más cercanas al momento del Big Bang.
"Esto le permitirá mirar a muy grandes distancias, lo que equivale a mirar hacia el pasado jugando con la velocidad de la luz: cuando más lejos miramos, más atrás llegamos en el tiempo", explica el astrónomo, que añade otra gran ventaja del James Webb: su enorme tamaño, que le permite captar señales muy débiles hasta ahora indetectables y acercarse así al origen del universo.
El James Webb supone así un salto cualitativo con respecto al Hubble, centrado fundamentalmente en la luz visible, por lo que el nuevo telescopio va a tener una capacidad de observación mucho más lejana.
¿Por qué es tan importante recopilar esa información de miles de millones de años? Villanueva entiende que hay una "relevancia filosófica, la de entender el origen del Universo, de dónde venimos; esas connotaciones existenciales de la materia que nos compone", y pone un ejemplo: si el telescopio permite entender cómo se originan las moléculas y las partículas elementales, ese conocimiento puede aplicarse a la física y al desarrollo de nuevos materiales en la Tierra.
DIEZ AÑOS DE VIDA PRORROGABLES
El James Webb ha sido diseñado para tener una vida útil mínima de cinco años, prorrogables hasta diez, pero en realidad "puede funcionar por décadas, está diseñado para mantenerse operacional mucho más tiempo", como sucedió con el Hubble, recuerda el astrónomo, cuya vida ha sido prorrogada gracias a que se ha ido "reinventando" durante décadas.
Para ello, ha sido muy importante dotarlo de lo que llamó "un sistema de redundancia", esto es, cada uno de los elementos más sensibles está repetido varias veces de forma que si se avería, y ante la imposibilidad de intervención humana para repararlo, esto permitirá desprenderse de cada elemento averiado por uno similar; esto va a permitir principalmente mantener activo el sistema vital de comunicaciones.
Otro factor que va a permitir prolongar su vida va a ser la cuestión del combustible: el "parking espacial" donde va a estar estacionado el James Webb -conocido como Punto de Lagrange 2- es un lugar elegido por su estabilidad dentro del sistema solar, lo que permite que se mantenga activo con muy poco combustible, explicó Villanueva.
Durante un tiempo, el Webb y el Hubble van a convivir, y se considera esta convivencia muy rica desde el punto de vista científico porque va a permitir que los dos telescopios observen simultáneamente un mismo objetivo y envíen los datos de sus observaciones para poderlos comparar.
DATOS ACCESIBLES PARA TODA LA HUMANIDAD
Sobre la propiedad o el uso de los datos, Villanueva aclaró que las primeras observaciones que el James Webb transmita van a ser de uso público e imediato, y ahí se incluye lo que en la jerga científica se llama "early release science" y "guaranteeed time observations": ambos serán comunicables y procesables de forma inmediata.
"Uno de nuestros objetivos es que el James Webb sea un legado para la humanidad y para las ciencias en general, como lo ha sido el Hubble", enfatizó Villanueva.
Posteriormente, es cierto que desde las tres agencias espaciales -estadounidense, europea y canadiense- se han diseñado programas específicos con agendas precisas de observaciones que serán almacenadas de forma exclusiva durante un año, pero pasado ese tiempo pasarán a estar disponibles sin restricciones para todo el mundo, precisó.
Por último, Villanueva abordó también la polémica asociada al nombre del telescopio, pues un movimiento interno de astrónomos ha solicitado cambiar su nombre al conocerse ahora que, más allá de sus aportaciones científicas, James Webb fue una persona de comportamientos profundamente homófobos.
Sin entrar en la polémica, Villanueva lamentó que esta cuestión haya oscurecido el trabajo de los cientos de personas que han hecho posible el telescopio -un millar en su concepción y fabricación, y entre 200 y 300 a partir de ahora para procesar sus datos-, y consideró que la cuestión constituye una advertencia a las agencias científicas sobre los riesgos de personalizar los grandes inventos científicos.