Con una acción tan simple como la de frotar un hisopo por el interior de una mejilla se desencadena un proceso tan complejo como el de estudiar el material genético alojado en las células que permite a los científicos saber desde qué tan sensible a la cafeína es hasta de dónde son los antepasados de una persona.
Un viaje latinoamericano
Así comienza el "viaje" que, como expresa en diálogo con Efe el director ejecutivo del laboratorio brasileño Genera, Ricardo di Lazzaro, puede "cambiarle la vida" a quien, motivado por saber más de su descendencia o su estado de salud, decide hacerse el test de ADN.
Di Lazzaro, médico y bioquímico con un máster en Genómica Humana por la Universidad de Sao Paulo (Brasil), fundó Genera junto a su socio André Chinchio en 2010 para ofrecer una alternativa, ya que, dice, en ese momento no había empresas suramericanas que ofrecieran un test de ancestralidad.
"Empezamos en 2014 a vender los tests de ADN en Brasil y en Suramérica no había ninguna compañía vendiendo; (hoy) somos la única empresa que hace con la parte de ancestralidad todo acá en el continente", acota el brasileño.
En esa línea, para Di Lazzaro "un diferencial muy grande" está en que Genera, que al inicio tuvo una sociedad con un laboratorio de Estados Unidos, pero luego siguió de forma independiente, haya diseñado sus tests considerando las características de la población latinoamericana.
"Yo mismo me hago casi todos los tests del mercado y muchos se quedan con que tengo mucho ADN de Irlanda o de Reino Unido, pero no tengo; la verdad es que es de Iberia (sic) o de Italia, y las compañías lo cambian porque no fue desarrollado para eso", ejemplifica.
De sangre mestiza
Di Lazzaro recalca así que el foco de Genera está en “desarrollar la plataforma y todos los algoritmos pensando en la población latinoamericana”, por lo que se cotejan los datos genéticos con los de pueblos indígenas de América como los tupíes, los originarios de la Amazonía, los Andes o la Patagonia.
Mientras Genera, con operativa basada en Brasil, amplía sus horizontes con un lanzamiento de tests casi en simultáneo para Argentina, Chile y Uruguay, el director ejecutivo está expectante por ver los del más pequeño, donde, asegura, hay una población "muy interesante".
El experto entiende que allí, igual que en los países vecinos, hay una población de sangre mestiza, mezcla de europea con indígena, pero el contexto local habla de una relación compleja con la ascendencia nativa.
Según el último censo oficial, de 2011, el 90,7 % de la población uruguaya declara tener ascendencia blanca y solo un 4,9 % indígena, datos que redundan en la marcada autopercepción de los uruguayos como descendientes de los inmigrantes europeos que llegaron al país en el siglo XIX.
A esto se suma el efecto de lo que los descendientes de indígenas locales denominan "el mito del país sin indios", pues la mayoría de nativos cayó en una matanza en 1831.
De todas formas, un estudio del departamento de Antropología Biológica de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de la República uruguaya, arrojó en 2017 que el 34 % de la población tiene ancestros indígenas.
Cambios de vida
Para el cofundador de Genera, si bien hay quienes temen saber su predisposición genética a enfermedades como alzheimer, párkinson o cáncer —que forma parte del test completo de Ancestralidad, Salud y Bienestar que Genera ofrece por 149 dólares—, los "pros" ganan a los "contras".
"En Brasil por lo menos tres veces vi (el reencuentro) de hermanos que no se conocían o eran adoptados, también de padre e hija o hijo y esa es una cosa que puede cambiar totalmente la vida", opina.
Sobre los datos de salud, remarca que el test puede revelarte datos como intolerancia a la lactosa o predisposición a tener una vitamina B6 más baja, lo que acarrea la oportunidad de cambiar hábitos alimenticios o buscar el tratamiento adecuado.
A futuro, al tiempo que aspira a alcanzar una meta de concretar 10 millones de tests en Latinoamérica en cinco años, Di Lazzaro enfatiza la importancia de trazar un "mapa genético" de la región junto a diversas universidades.
“Hay una representatividad baja de datos genéticos de personas como nosotros; entonces va a ser muy importante para desarrollar nuevas escalas de riesgo o nuevos análisis más específicos”, concluye.