Estos dinosaurios pertenecen a la suborden de los sauropodomorfos, que empezaron a evolucionar hace 230 millones de años, durante la era geológica del Triásico, con especies muy diversas, de entre 10 kilos y más de cinco toneladas de peso.
Pero al cabo de 60 millones de años, durante la era del Jurásico, solo una sobrevivía: el eusaurópodo (el “verdadero saurópodo”).
Hasta su desaparición, este fue el mayor animal terrestre, con una longitud de hasta 20 metros y un peso de hasta 16 toneladas, según el departamento de geología de la Universidad de Maryland.
El estudio del paleontólogo argentino Diego Pol y de sus colegas, publicado el miércoles en la revista Proceedings of the Royal Society, “muestra que el dominio de los eusaurópodos se produjo después de un acontecimiento magmático (volcánico) masivo en el sur de Gondwana”, uno de los dos supercontinentes existentes hace 180 millones de años.
Los autores afirman haber descubierto “el mayor eusaurópodo conocido hasta ahora, con un cráneo casi completo”. Bautizado Bagualia Alba, de 179 millones de años, fue descubierto en Chubut, una región de Patagonia, rica en fósiles de la época. Su edad marca “el inicio de una fauna dominada por los eusaurópodos en esta cuenca”, según el estudio.
Las capas sedimentarias de la cuenca Cañadón Asfalto muestran en efecto “un gran cambio en la fauna de los dinosaurios herbívoros, así como en la flora y el medioambiente”, concomitantes con importantes episodios volcánicos, que provocaron el alza de las temperaturas.
Una mandíbula robusta
Este fenómeno, acontecido también en el hemisferio norte -según el estudio-, habría provocado que la flora original, abundante en helechos, coníferas y colas de caballo gracias a las condiciones húmedas, dejara paso al dominio de coníferas de hojas duras más típicas de las sequías.
El cambio habría favorecido a Bagualia Alba y a sus congéneros, debido a que su largo cuello les permitía acceder fácilmente a las hojas más elevadas y su gran estómago facilitaba la digestión de fibras. Pero sobre todo, con sus mandíbulas robustas y dientes espesas y largas, este dinosaurio se adaptó a un régimen alimentario de hojas más duras y fibrosas.
El nuevo entorno “actuó sin duda como un régimen de selección severa, favoreciendo la supervivencia y el éxito de los eusaurópodos”, según el estudio.
En cambio, contribuyó sin duda a la extinción de otras especies más pequeñas, con una dentición menos apta, como el Leonerasaurus, un pequeño saurópodo hallado en la misma región que Bagualia Alba.
Para Diego Pol y sus colegas, su hallazgo es “quizás la primera prueba documentada de las interacciones entre plantas y herbívoros en la evolución de los dinosaurios”.
Así, el eusaurópodo fue testigo de dos extinciones masivas: la que intervino entre las eras del Triásico y el Jurásico que le aseguró su dominio sobre los herbívoros y la que tuvo lugar hace 66 millones de años, atribuida a un impacto de meteorito, que marcó su desaparición y la del resto de dinosaurios.
Un ejemplar de un lejano descendiente, el titanosauro, hallado en Patagonia, está expuesto en el Museo de Historia Natural de Nueva York. Mide 37 metros de largo y pesa 70 toneladas, es decir, el equivalente de 10 elefantes africanos.