El miembro honorario de la Asociación Americana de Investigación en Aerosoles recomendó en rueda de prensa telemática que la gente piense en el virus como si fuera humo de tabaco que hay que intentar no tragar.
“Imagina que todos los que te encuentras están exhalando humo. Yolo que intento es tragar la menor cantidad de humo posible”, destacó el también catedrático de Química y Ciencias Ambientalesde la Universidad de Colorado, quien insistió en la importancia de llevar la mascarilla ajustada, evitar los espacios interiores y en todo caso ventilarlos de manera correcta.
Jiménez resaltó que ninguna medida de protección funcionapor sí sola, sino que se trata de combinarlas como si fueran capas.
Así, es “casi imposible” que dos personas reunidas en el exterior, con mascarilla y respetando la distancia de seguridad se contagien de covid-19, aseguró el investigador.
“Hay muchísimas más evidencias (del contagio) por aerosoles quepor gotas”, afirmó este doctor en Ingeniería Mecánica por elInstituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), que forma parte delos 239 científicos de 32 países que instaron a la OMS en una cartaabierta a reconocer el contagio por aerosoles.
Según el experto, la OMS ha rechazado por una “cuestiónhistórica” el contagio por el aire, como ya hizo en su día con latuberculosis, que no fue hasta 40 años después cuando se admitió, ypor una cuestión “práctica”, porque en un principio no se contabacon suficientes mascarillas para protegerse de la infección.
En caso de que sea inevitable estar en el interior de un local,como ocurre en colegios o centros de trabajo, Jiménez apuesta por ventilar para “limpiar el aire” y que el aire contaminado por el virus no vuelva a ser inhalado por otras personas.
El experto señaló que no se puede indicar una manera universal deventilar, sino que depende de la situación, pero sí apuntó a que elCO2 en el ambiente no sea superior a 700 partículas por millón, puesgarantiza que como mucho el 2 % del aire respirado es aire que haexpulsado otra persona, cifra que se reduciría a 500 en lugares “máspeligrosos” como gimnasios o sitios donde se cante o grite.
Para ello, Jiménez apuesta por la instalación de medidores deCO2, cuyo coste ronda los 150 euros, en lugares públicos como aulas,tiendas o restaurantes y así no determinar restricciones de aforogenerales sino condicionarlas al nivel de CO2 que presenten.
En caso de no poder ventilar, los locales deberían contar confiltros HEPA para limpiar el aire, que son más caros.
“Los contagios masivos se dan en lugares donde se pasa bastantetiempo hablando”, sostuvo Jiménez, quien recalcó que al hablar expulsamos diez veces más cantidad de aerosoles y al cantar ogritar cincuenta veces más.
De hecho, su preocupación comenzó al investigar elcontagio masivo en un coro de EE.UU. donde el paciente cero no habíahablado de cerca con nadie.
Jiménez, que mantiene contacto con el Gobierno de España, es partidario de llevar las aulas a la calle pese al invierno y citó el ejemplo de Nueva York y Boston, que dieron las clases en el exterior durante la epidemia de tuberculosis de 1910.
El catedrático señaló que los Centros para el Control yPrevención de Enfermedades (CDC) de EE.UU. ya reconocen el contagiopor inhalación y matizó que no siempre que se emiten aerosolesse expulsa el virus sino que es “esporádico” y por eso ocurre que aveces no se contagian contactos estrechos.