Más de 60.000 muestras de semillas, procedentes de unos 35 bancos genéticos regionales e internacionales, entraron en esta ’Arca de Noé vegetal’, conservada en una montaña cerca de Longyearbyen, en el archipiélago noruego de Svalbard, a unos 1.300 km del Polo Norte.
“A medida que el ritmo del cambio climático y que la pérdida de la biodiversidad aumentan, emerge una nueva urgencia en los esfuerzos para salvar los cultivos amenazados de extinción”, declaró Stefan Schmitz, director de la fundación Crop Trust, uno de los socios del proyecto. Última red de seguridad para los cerca de 1.700 bancos genéticos en el mundo, la reserva de Svalbard pretende preservar plantas susceptibles de alimentar a la creciente población mundial en caso de desarreglo climático.
“Cada una de estas semillas (...) contiene posibles soluciones para la agricultura durable”, dijo Lise Lykke Steffensen, directora del banco genético de los Estados nórdicos. “Soluciones vitales para alimentar la creciente población y conseguir una transición verde”.
En el lote de nuevas simientes que llegaron a esta caja de seguridad figuran cultivos como las papas de los Andes, trigo y arroz, aunque también variedades menos corrientes como el manzano silvestre de Europa. La lista de depositarios incluye a la nación Cherokee, primeros indígenas de América que se suman a nutrir la despensa con semillas de alubias, calabazas y maíz, sobre todo el tipo Aguila Blanca, la variedad más sagrada a sus ojos.
El príncipe Carlos también envió 27 semillas de plantas silvestres, como primaveras y orquídeas, colectadas en las praderas de Highgrove, su residencia campestre. “Ha sido una labor agotadora y a menudo desmoralizadora persuadir a la gente del papel absolutamente esencial que tiene toda esta biodiversidad en la conservación de los ecosistemas dinámicos y sanos” , dijo el príncipe de Gales en un comunicado. “Es más urgente que nunca actuar para proteger esta diversidad antes de que sea demasiado tarde”, agregó.
Un millón de variedades
Con las que se introdujeron este martes, el habitáculo, también denominado “bóveda del juicio final” , contará con 1,05 millones de variedades a una temperatura de -18ºC en tres galerías subterráneas que pueden almacenar 4,5 millones. Los nuevos granos depositados proceden de instituciones en Brasil, Estados Unidos, Alemania, Marruecos, Mali, Israel o Mongolia. Se trata de especies corrientes pero también variedades más raras y menos utilizadas.
Al exterior, nada indica la presencia de este reserva vital para la humanidad, si no fuera por su entrada monumental que emerge de las entrañas de la tierra, con dos muros altos y grises revestidos con espejos y partes metálicas formando un prisma que se destaca en la oscuridad del invierno polar.
Lograr dos o tres millones de muestras “sería una buena cosa para mejorar la seguridad del futuro alimentario del hombre”, explicó a la AFP Stefan Schmitz, abrigado para resistir los -16ºC de Longyearbyen. Esta espectacular reserva nació en 2008 gracias a una financiación noruega y pretende ser un salvavidas frente a las catástrofes naturales, las guerras, el cambio climático, las enfermedades o el impacto negativo de la mano del hombre. Su utilidad quedó de manifiesto con el conflicto sirio.
En 2015 los investigadores pudieron recuperar en Svalbard las semillas desaparecidas en un banco de genes de la ciudad de Alepo. Más de 5.000 especies vegetales están depositadas actualmente en el archipiélago ártico donde casi nada crece debido a la latitud. Ironías del destino, esta particular caja fuerte se ha visto también afectada por el cambio climático.
En 2016 sufrió una infiltración de agua en el túnel de entrada debido a las altas temperaturas registradas que hicieron que una parte del permafrost, capa del suelo permanentemente congelada en las regiones polares, no lo estuviera. Desde entonces, Noruega ha gastado 20 millones de euros para aumentar la resistencia de la reserva con la creación de un nuevo túnel de acceso hermético, en un ambiente que con los años será más cálido y más húmedo. Según los científicos, el Ártico se calienta dos veces más que el resto del planeta.